Vídeo con la crónica de la enviada especial Mercedes Gallego e imágenes del fotógrafo Jake Price.
crisis económica en EEUU

De Wall Street a Main Street

En Nueva York los restaurantes siguen llenos de representantes de la lujuria recién abortada, pero en la calle principal de cada pueblo de EE UU la crisis ha dejado una ristra de miseria

ENVIADA ESPECIAL. YAZOO (MISSISSIPPI) Actualizado: Guardar
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Meses antes de que Wall Street se derrumbase bajo el peso de las hipotecas impagadas, Main Street había sucumbido a la crisis. Hay un Main Street en cada pueblo de EE UU, la calle principal donde se concentran los comercios. Elegimos el de Yazoo, en el estado más pobre de la unión, Mississippi, para mostrar que la crisis «no llegó la semana pasada de la noche a la mañana», en palabras de Helen Nicholas, la propietaria de una tienda de regalos: «Llevamos tiempo sangrando».

Fueron muchos meses de ver subir el recibo de la hipoteca, el precio de la gasolina y la cuenta del supermercado antes de que la gente sucumbiera al embargo que deja sin casa a 10.000 familias cada día en Estados Unidos y que, ahora, ha colapsado la línea de crédito en los mercados financieros.

La mujer, de 80 años, recuerda que cuando abrió la tienda al morir su marido su hija tenía tres años «y por esta calle no podías ni caminar, tenías que ir sorteando a la gente». Hoy está desierta. Ventanas rotas, carteles de 'se vende' y una música de ascensor que resuena fantasmagórica por los altavoces que ha puesto el Ayuntamiento en la calle para atraer clientes. Más de la mitad de los comercios han cerrado, incluyendo el banco frente a la tienda de regalos de Helen, que le proporcionaba unos 27 clientes fijos. La clausura de esa sucursal de Bank Plus marcó el año pasado un hito en el declive . Era el motor de todos los préstamos, las hipotecas y los asuntos legales de una zona comercial bajo amenaza de extinción, como casi toda la América rural a la que intenta salvar el Congreso con el rescate de Wall Street.

Sin clientes

La anciana dice que siempre ha tenido «dos o tres» empleadas que le ayudaban con la tienda. Ahora no cuenta con ninguna. Como Tom Milner, propietario de un establecimiento de muebles en la otra esquina -eso es lo que hay que caminar para dar con otro local abierto-, que en los últimos cuatro meses se ha visto obligado a deshacerse de tres trabajadores. «Y el que me queda es porque es un tipo capaz de hacer de todo, me costaría más despedirlo que mantenerlo», explica. «Por ejemplo, el sábado, que no tuvimos ni un solo cliente, me estuvo cambiando la 'zapatilla' del freno del camión de reparto, y si lo hubiera tenido que llevar al taller me habría costado 100 ó 200 dólares».

Ni un solo cliente. Esta semana lleva siete. Antes en un día normal solía tener 50 «clientes de verdad, de los que compran». Ahora lo único que arde es el teléfono porque la gente ya no quema gasolina para mirar tiendas, sino que llama antes para averiguar si tienen exactamente lo que busca.

En la América dominada por los 'lobbies' automovilísticos y las autopistas que estrangulan las ciudades, la población se ha esparcido por los suburbios en torno a los centros comerciales de las afueras. Ya no se puede bajar a la esquina a comprar el pan. Sharon Khun acaba de ponerle cuatro dólares a su camioneta para poder ir al supermercado. Mientras lo cuenta, al atardecer, los mosquitos nos devoran y ella se disculpa. «No nos llega para comprar spray antimosquitos, lo siento». A sus vecinos de al lado les han embargado la casa. El cartel de 'se vende' cuelga de una ventana ya rota, porque lo único que bulle ahora en torno a Main Street es la delincuencia, el vandalismo y las drogas.

A Sahrin la embarga la vergüenza de su pobreza mientras nos relata sus penurias. Ya ni siquiera enciende el aire acondicionado porque no puede pagar el recibo de la luz. Y es ahí cuando se la ve tragar saliva y aguantar las lágrimas con un gesto de dolor. «Mi marido y yo tuvimos que poner dinero para pagar el funeral de mi primo, pero su hermano ahora ha tenido que pagar la mitad de nuestra factura de la luz para que no nos la cortaran. Ni siquiera puedo ir al médico, porque si no llevas cien dólares en el bolsillo no te atienden».

«No votaré»

¿El plan de rescate de Wall Street? Sharon se ríe con amargura. «Está claro que para el Gobierno es más importante llegar al bolsillo de los ricos que poner comida en nuestras mesas. ¿Por qué en vez de comprar la deuda a los bancos no se la compra a la gente para que pueda mantener sus casas?».

Y por eso, porque no cree que ningún Gobierno va a preocuparse por ella, no piensa votar el próximo 4 de noviembre ni a John Mcain ni a Barack Obama. «No me voy a gastar el poco dinero que tengo para comida en gasolina para ir a votarles. Todo lo que cuenta es el voto de los ricos. Este país va cuesta abajo. Y muy rápido», sentencia.