Fito Cabrales, durante la actuación. :: L. V.
Sociedad

Fito, el bilbaíno que sentó San Sebastián

El cantante abrió los 'Conciertos para la libertad' el pasado jueves en el Castillo

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Era todo muy suave en el recital que el grupo Fito&Fitipaldis (comandado por el bilbaíno Fito Cabrales) ofreció en la noche del pasado jueves en el Castillo de San Sebastián, dentro del ciclo de 'Conciertos para la Libertad'. El rockero ya había avisado de que se trataba de una reinvención de la gira que sirvió para promocionar 'Antes de que cuente 10', último disco del grupo y que data de 2009. El ambiente se prestaba para la tranquilidad. Asientos ordenados y numerados, ligera brisa que no daba frío ni calor, el runrún de las olas contra el antiguo baluarte defensivo y una noche que no estaba demasiado estrellada. Pero de vez en cuando saltaba la chispa del rock y los espectadores con ella.

Se inició el concierto con el habitual retraso de los buenos rockeros. Media horita que fue agradecida por los espectadores que llegaron tarde por el fenomenal atasco que se produjo desde las 21.15 en el entorno del Campo del Sur. Y es que las 3.000 localidades del auditorio se llenaron para el primero de los 'Conciertos para la libertad' (le seguirán Paco de Lucía el 17 de agosto y Azabache el 23). La música se apaga, primeros acordes, es fácil, 'Por la boca vive el pez'. Y el tono remachaba («y yo lo estoy diciendo, te lo estoy diciendo otra vez») que no habría estridencias. Palmas, sin pasarse, al final. Lo cierto es que el antiguo líder de 'Platero y tú' no buscó el aplauso fácil y estuvo poco participativo con el público, al que apenas dirigió un par de frases, no muy diferentes de las que podía haber dirigido a los espectadores de Coslada o Palencia.

Pero el público tenía ganas de divertirse. Con el faro subrayando las letras, fueron pasando por el escenario algunos de los temas más importantes del grupo como 'Sobra la luz', 'Me equivocaría otra vez', 'A la luna se le ve el ombligo'. El ritmo era calmo, pero constante, sin apenas pausa entre canción y canción. El público se animó y coreó 'Whisky barato' y se puso en pie con 'Pollo sin cabeza'. Pero Fito, en el Castillo, rivalizaba con el faro y, tras el destello de luz, volvía a la penumbra de la tranquilidad y llenó la antigua prisión militar con su 'Cárcel sin rejas'.

El ritmo del jefe

Él mandaba y el público, de todas las edades, seguía gustoso su ritmo . 'Me acordé de ti' y 'El ojo que me mira' hicieron descollar la música sobre la letra. El faro volvió a girar y a mostrar su halo de luz y movimiento con 'La casa por el tejado'. Los brazos en alto (puños, palmas y cuernos) bajaron de nuevo con el blues de 'Mil kilómetros'. Primer amago de fuga. Se apagan las luces... Pero el espectáculo no termina si el jefe no quiere. Sonó 'Para toda la vida' con un pegadizo ritmo mejicano y 'Antes de que cuente diez', que despertó el éxtasis del respetable, relajado (el concierto parecía en ese momento una marea de ola y calma) con 'Al cantar'. Las más jóvenes (que también pagan su entrada) exigieron 'Soldadito marinero' y Fito las agradó. Y llegó el final y, después de dos horas sin parar de cantar, atacó con un 'Qué te voy a decir'. Todos de pie, todos saltando. El faro se había parado y la luz era Fito&Fitipaldis.