Sociedad

NUESTRA SUERTE

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Hay que correr con ella aunque sepamos que va a llegar antes o nunca. Lo que llamamos suerte no siempre hay que atribuirla a un encadenamiento de sucesos fortuitos, pero el rasgo más común de su voluble carácter es el de caprichosa. No solo los españoles. Un proverbio chino asegura que más vale una cucharada de suerte que un barril de sabiduría. A nosotros nos ha gustado tentarla, ya que algo es algo y llevársela a la cama no es fácil porque ella no se deja. Ahora se debate un asunto muy serio, sin permiso del azar, ya que se va a discutir en el Congreso si hay o no hay malversación en la privatización de la Sociedad Estatal de Loterías y Apuestas del Estado. Sería en lo único que no hubiera. El monopolio del juego ha estado siempre en manos de los diversos Gobiernos. Mientras prohibían las partidas de cartas más o menos clandestinas y la cobra del 'barato' se aseguraban la exclusiva. Nunca aceptaron la competencia entre tahúres.

El Consejo de Ministros ha aceptado la privatización de Loterías, 250 años después de que fuese implantado por el buen rey y mejor alcalde Carlos III, que remedió la penuria de las arcas públicas legislando lo mismo que reprobaba. ¿Qué parcela de esperanza les puede quedar a los españoles si se acota el territorio de la suerte? Todo parece indicar que cuando cambie el Gobierno no van a cambiar nuestras costumbres, pero van a variar algunos sistemas recaudatorios y van a proliferar las privatizaciones. Nos van a modificar muchas cosas, incluyendo la vida privada.

Cuando alguien le preguntó a Bernand Shaw si creía que podría atraer la mala suerte casarse un martes y trece, dijo:

-¿Y por qué el martes y trece va a ser una excepción?

No creía en el azar, aunque no ignorara que tiene sus leyes. Detestaba la lotería. Pensaba que era «un impuesto sobre los tontos». Que se lo cuenten a quienes les ha tocado el «gordo», que creo que los hay.