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Un ángel exterminador

Una sociedad avanzada se distingue por el cuidado de sus ciudadanos más desprotegidos

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Durante la madrugada del día de la Virgen el ángel de la muerte irrumpió en la casa de los Mensajeros de la Paz a 15 kilómetros de Valladolid y se llevó la vida de tres indefensas criaturas convirtiendo su refugio en su tumba. Los Santos Inocentes de Boecillo. Tres vidas aniquiladas, tres almas asfixiadas y todo un mundo de ilusiones saqueado por un ser exterminador. Tres pequeños discapacitados pero virtuosos y peritos en el arte de sobrevivir dentro de un cuerpo limitado.

Quien no haya visitado nunca un hogar de estos muchachos con parálisis cerebral tendrá seguramente una idea equivocada sobre la actividad que bulle debajo de esa apariencia de teatro del absurdo. Se agita entre las sillas de ruedas adaptadas a sus cuerpos arqueados por un cortocircuito de la médula espinal una tormenta de percepciones, mensajes, pasiones o indiferencias. Como una representación de mimos pero con vida interior. Se ven sin mirarse, se tocan sin rozarse, se comunican sin palabras.

El lenguaje es la mirada, la mirada es el sonido que se forma en los pliegues de la tráquea y se convierte en bullicio, algarabía y jolgorio. Ni desamparados, ni discapacitados. Cientos de ellos, en sus casas o en residencias, viven con intensidad su existencia y salen a pasear, a comprar; les bañan rodeados de flotadores en vacaciones, escuchan música con pasión, se afanan en deportes sencillos (que para ellos son diabólicos), celebran sus cumpleaños, ven la tele, riñen, lloran, pelean y juegan en su lenguaje indefinido.

En la diaria lucha por activar sus centros motores anestesiados por el daño cerebral peregrinan de la música a la pintura, al masaje, a la ducha. Sestean y se despiertan con hambre de lobo y hasta conozco un golfete que de cuando en cuando se fuma un cigarrito jugando al escondite con sus cuidadoras. Se asocian en este trabajo profesionales y voluntarios y el resultado es una combinación de generosidad y experiencia indispensable para acompañar a estos maravillosos chicos en su tránsito por la vida. Se ha descrito como origen de la enajenación de una asistente el 'síndrome del cuidador' o proceso de depresión, cansancio, irritabilidad derivado de un exceso de trabajo o el agotamiento del contacto con los discapacitados. Yo creo que, excepto en casos de una dolencia escondida en los recovecos de una mente ya enferma, es impensable que las personas dedicadas a proteger a estos chavales puedan experimentar una transformación de ángeles de la guarda en fríos homicidas.

Pero en un momento en que la Ley de Dependencia se puede quedar en agua de borrajas y se recortan ayudas a centros de ayuda los responsables políticos están obligados a tener como máxima preferencia su cuidado y protección. Una sociedad avanzada, democrática y solidaria se distingue por el cuidado de sus conciudadanos más desprotegidos.