Manuel Chaves, conversa con el ministro de Justicia marroquí. :: EFE
ESPAÑA

Zapatero reclama a Marruecos respeto a los derechos humanos

Rabat se presenta ante España como «víctima» y afirma que la muerte de Aminatu Haidar no es su problema

MADRID. Actualizado: Guardar
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José Luis Rodríguez Zapatero rompió ayer su silencio frente a Marruecos. Lo hizo con prudencia y un ambiguo lenguaje diplomático pero, después de haber dejado claro que antepondría las relaciones bilaterales de España a la causa particular de Aminatou Haidar, se embarcó en un giro dialéctico para reclamar al vecino magrebí respeto a los derechos humanos.

El presidente del Gobierno, en un coloquio sobre la abolición de la pena de muerte, dijo que hay cuestiones que son ajenas a las identidades y diferencias culturales y que deben entenderse como «la consagración misma del ser humano». «Son valores universales que todos los Estados -insistió- tienen la obligación de proteger en su propio territorio».

La posición de Rodríguez Zapatero es compleja. Sobre todo porque empieza a no ser entendida entre su base social. En su discurso, trató de justificarse su actuación. «Ningún país puede ignorar la tensión que se produce entre el principio de no injerencia en los asuntos internos de los Estados y la exigencia universal de los derechos humanos».

Y añadió el presidente del Gobierno: «Hoy es un buen momento para, desde aquí, desde España, volver a reclamarlo públicamente».

«Discreción»

Los socialistas presumen de haber convertido «por primera vez» los derechos humanos en uno de los «ejes vertebradores» de la política exterior. Pero Rodríguez Zapatero alegó que para obtener resultados hay que actuar con «discreción». Fuentes gubernamentales defienden que eso es lo que se está haciendo con Marruecos: no doblegarse, sino evitar declaraciones públicas que eleven la tensión diplomática y hagan más difícil que las autoridades del país magrebí den «marcha atrás».

Al mismo tiempo, Marruecos ha emprendido su ofensiva diplomática y lo que, de momento, ha dejado claro es que no está dispuesto a mover un dedo para que Aminatu Haidar regrese a El Aaiún. Sus gestiones van por otro camino; ha enviado delegaciones políticas a España para presentarse como «víctima» de Argelia y el Frente Polisario, y echar un manto sobre quienes le acusan violar del derecho internacional.

El ministro de Justicia magrebí, Abdelouahad Radi, se entrevistó ayer con Miguel Ángel Moratinos y con el vicepresidente tercero, Manuel Chaves, para trasladarles su versión de los hechos: «Personas contrarias y hostiles a la unidad territorial de Marruecos -defendió- han utilizado a esta mujer para crear un problema». Radi pidió cita para mañana con la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, pero ésta rechazó mantener un encuentro.

Radi negó representar a su Gobierno. Su visita es, según dijo, la del primer secretario del partido Unión Socialista de Fuerzas Populares. Pero su mensaje es calcado al que la semana pasada trasladó el presidente del Senado, Mohamed Cheikh Biadillah. Su argumento es que fue Haidar la que se cerró las puertas -de manera «definitiva», dijo Baidillah- al renegar de la nacionalidad marroquí. Las autoridades magrebíes no admiten que se le arrebatara el pasaporte; aseguran que ella renunció a él. No aceptan que se le privara de libertad de movimiento; alegan que no quedó más remedio que mandarla al lugar del que venía. «Desgraciadamente, fue España -apuntó Radi-; nos hubiera gustado que fuera otro».