Incautados. Artículos hallados en el chalé de Chiclana. / L.V.
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«Me arrancaron el pelo y amenazaron con enterrarme como a los pollos»

La víctima que destapó la red satánica de Chiclana desvela las vejaciones que sufrió «Me obligaron a vender mi casa y sacaron de mi cuenta 35.000 euros» , relata

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Aún tiene miedo. Más bien, pavor a sufrir la furia de sus captores, a pesar de que están encarcelados y hace días desde que fue liberada. M. L. T. C. es sevillana y tiene 42 años y es una de las víctimas de la secta satánica que ha sido desmantelada por la Guardia Civil en Chiclana. Ella fue, de hecho, la persona que destapó a comienzos de septiembre la existencia de este grupo, liderado por una pareja que practicaba ritos satánicos y mantenía esclavizados a sus adeptos.

Se decidió a denunciarlo en el cuartel de la Guardia Civil después de meses de indecisión, tras fugarse a comienzos del verano por enésima vez de la secta. Teme que alguien del entorno de esta pareja –compuesta por Carlos Rojas de 34 años y su pareja de 24–, pueda tomar represalias contra ella por revelar los detalles del cautiverio al que se ha visto sometida por la fuerza en estos últimos meses. Pese a ello ayer accedió a hablar con LA VOZ.

El relato de su trágica experiencia es espeluznante, y muestra a las claras la crueldad del comportamiento de los cabecilla de la trama. La pareja se dedicaba a captar adeptos prometiendo solucionar a enfermedades a través de la magia. Pero en realidad les lavaba sus mentes por miedo al diablo, obligándoles a entregar grandes cantidades de dinero, que luego invertían en una segunda trama de venta y compra de coches de alta gama.

«En aquella casa llegamos a estar hasta cuatro personas; todos por diversas circunstancias. En mi caso fue por un problema de salud», afirma esta víctima, al recordar cómo llegó por primera vez al chalé de la calle Buitre, en la urbanización Los Gallos, donde se establecía la pareja de supuestos estafadores.

M. L. trabajaba en Menorca y un desafortunado accidente al caer por una escalera le provocó graves daños en la cadera y la espalda, que la dejaron casi sin movilidad. A los pocos meses, y al no contar con ayudas económicas de sus familiares para un tratamiento médico, M. L. optó por una salida desesperada.

Contacto con Satán

«Había visto el anuncio en varios periódicos y llamé». En breve, entabló un contacto muy cercano con Carlos Javier Rojas, que se hacía llamar el «Verdadero Hijo de Satán». Durante semanas y a través de «mentiras y palabras muy bonitas», éste le explicó que tenía la solución a sus problemas y que sería conveniente que se desplazara a Chiclana para ingresar en su casa. Carlos Javier convenció a esta ama de casa, soltera y con dos hijos, de que en el adosado de la calle Buitre, se recuperaría «física y moralmente en pocos días».

Antes del ingreso, y para poder contar con su plaza en la vivienda, M. L. tuvo que abonar por adelantado 3.600 euros. Era el primer pago de muchos otros que se sucederían después para mantenerse dentro de la organización. Acababa de comenzar la sumisión de su voluntad y su cautiverio.

Esta víctima ni siquiera sabe con exactitud cuánto dinero ha podido pagar a la banda de presuntos estafadores, que usaban estrategias y ritos de magia negra y satanismo para lavarles el cerebro a ella y a sus compañeros de cautiverio, con los que mantiene una relación cercana tras la liberación. «Sólo sé que mi cuenta corriente está vacía por completo». Carlos Javier y María, los líderes de la secta, le convencieron para que vendiera una casa que había comprado en Los Gallos. Además de esto, la mujer estimaba ayer que, al menos, los detenidos le han limpiado «entre 30.000 y 35.000 euros» de su cuenta bancaria.

Cree que la drogaron

Semanas después ser retenida por la fuerza en la vivienda de Chiclana, esta mujer se dio cuenta de que «algo no iba bien». «Allí llegaban muchas más personas y todos estábamos controlados durante día y noche». «Nos obligaban a participar en ritos de vudú», una práctica quizá importada por María, la líder de la secta, de su país, ya que según recuerda la víctima ella es de origen dominicano o haitiano. Además de estas prácticas y la esclavitud a la que les sometían, la presión emocional hacia los cautivos era inmensa. «Me decían que si hacía algo contra las normas de Satán, vendría a por mí con toda su furia», explica esta mujer, que sin embargo no recordar «algunos de los episodios» que sus compañeros le contaban haber vivido. Eso le lleva a pensar que Carlos Javier y su esposa podrían haberles suministrado algún tipo de droga para adormecerlos y tenerlos bajo control. Esto no ha sido esclarecido por la investigación, aunque la Guardia Civil está practicando análisis toxicológicos de las supuestas «pócimas mágicas» halladas en el interior de la casa.

Entre los ritos que contempló en la calle del Buitre recuerda varios sacrificios de animales (han sido hallados los cadáveres de al menos tres pollos y un chivo en el jardín de la casa). En ellos se incluían siempre amenazas e incluso agresiones para mantener la autoridad sobre los cautivos. «A mí me arrancaron el cabello y me repetían una y otra vez que si no hacía lo que ellos querían, enfermaría y me moriría; y que me enterrarían con los pollos en el jardín», recuerda M. L. con pavor.

Violencia y sexo

Sobre el uso de la fuerza física, M. L. duda al contestar. «Hay muchas cosas que no recuerdo», se excusa, aunque reconoce que «allí todo era muy extraño, sufríamos mucho». Y aunque afirma que «usaban el maltrato psicólogico antes que pegar», esta mujer presenta visibles heridas en las manos.

Esta sevillana de nacimiento desmiente, sin embargo, que los cabecillas de la secta les hubieran obligado a mantener relaciones sexuales. «Allí era más bien al contrario, porque todo lo relativo al sexo era un tabú, había mucha represión», aseguraba ayer. Eso sí, no duda en calificar al cabecilla de la trama, Carlos Javier Rojas, como «una persona obsesiva con que siempre estuviéramos trabajando y con el orden; creo que está un poco loco». M. L. T. C. no era la única persona domiciliada en Chiclana que cayó en la red satánica. «Yo era la única de aquí que vivía permanentemente con ellos, pero había más gente que entraba y salía habitualmente».