El contingente de inmigrantes es atendido por voluntarios de la Cruz Roja./ CARRASCO RAGEL
Ciudadanos

Pateras de juguete

En sólo dos días han tratado de cruzar el Estrecho 19 inmigrantes en tres barquitas de plástico; una alternativa para no pagar a las mafias

| CÁDIZ Actualizado: Guardar
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Cuando hace buen tiempo y el mar se presenta calmado en el pasillo marítimo del Estrecho, grupos pequeños de inmigrantes deciden emprender la aventura por su cuenta. Apenas tienen dinero y sólo pueden recurrir a transportes -por llamarlos de alguna forma- que en este lado del mundo son utilizados por los niños para jugar en la playa. Es la alternativa para no pagar peaje a las mafias que se lucran con la inmigración clandestina. Y aunque estas barquitas de plástico puedan causar cierta hilaridad por representar una misión casi imposible, son símbolo ya de la desesperación que se respira en las costas marroquíes. A veces son lanchitas infantiles; otras, neumáticos impulsados por ellos mismos e incluso han navegado en hidropedales.

Estos días calienta el sol y las olas no presagian batalla en la mar; por eso, en las últimas 48 horas 19 hombres han intentado llegar al país a bordo de estas pateras de juguete. Las probabilidades de no ser descubiertos son mínimas, pero en el caso de los subsaharianos saben por sus compatriotas que muchos de ellos no serán expulsados. No hay países que los reconozcan ni convenios que acuerden su inmediata repatriación. La opción de quedarse en España, aunque sea sin papeles, les resulta atractiva.

Los últimos en llegar por esta vía desesperada fueron 14 hombres de origen subsahariano que viajaban en sendas embarcaciones de plástico. Fueron detectados a primera hora de ayer a cuatro y seis millas de Tarifa. Salvamento Marítimo acudió al rescate de ambos transportes y los sin papeles fueron trasladados al puerto tarifeño. Allí se volvió a desplegar el dispositivo de asistencia de la Cruz Roja, que verificó el buen estado de salud de los inmigrantes. Tras recibir los primeros auxilios, fueron entregados a la Policía Nacional.

Ayer no dijeron nada de su aventura, aunque los voluntarios, a través de la experiencia que atesoran, saben qué les mueve a embarcarse en pateras imposibles, de juguete. «Los del otro día sí nos comentaron que querían ir a su aire, no querían depender de nadie. Se compraron la barquita y se echaron al agua». Estas declaraciones son de Daniel Iglesias, coordinador de Cruz Roja en Tarifa, y se refiere a los cinco marroquíes que fueron interceptados el lunes en otra embarcación de plástico.

Los riesgos

Ponerse en las manos de los traficantes supone desembolsar más de 1.000 euros y sin garantías de llegar a buen puerto. Por eso, hay grupos de jóvenes -pocas son las mujeres que optan por estas pateras- que deciden probar suerte. También les anima ver «tan cerca» la costa española cuando el día está despejado de nubes. Los 14 kilómetros aproximados que separan la Isla de las Palomas con Tánger parecen estrechar, pero el riesgo está bajo el mar, por las fuertes corrientes que discurren en el Estrecho. Pero no es el único riesgo, ese pasillo es una de las zonas con más tráfico marítimo del mundo; lo que coloca a las lanchitas de plástico en una situación de peligro importante de ser engullidas por buques de gran tonelaje.

El lunes de la semana pasada, otros cinco inmigrantes marroquíes trataron de hacer lo mismo sin éxito alguno. En total, 24 hombres que en apenas nueve días pusieron en riesgo su vida en barquitas para niños.

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