El Cid simula la suerte suprema con una banderilla. / ANTONIO ROMERO
Sociedad

Indulto con rebajas a un toro de Fuente Ymbro en Ubrique

Portentosa faena de Manuel Jesús 'El Cid' que salva la vida a 'Juguetón'

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Eran las cinco en punto de la tarde cuando un sol abrasador, epílogo de un invierno que languidece y anuncio de un equinoccio que ya alborea, embellecía de nítidos tonos la verde esponja de los campos y el oro ardiente de la arena. Largo paréntisis invernal, que escribió su punto y final en lo taurino con esta corrida que inauguraba la temporada en nuestra provincia.

Cartel de figuras que sólo consiguió cubrir dos tercios del aforo pero que sí volvió a llenar los improvisados palcos en los que el paisanaje se apiña sobre las laderas de los cerros colindantes. Público que celebró con extrema felicidad la concesión del indulto al segundo toro de la tarde, Jugetón, castaño, de 471 Kilos, que fue lidiado por El Cid. Fue este un animal de embestida noble y entregada, pero de escasa agresividad y transmisión, que tomó con la cara alta la única vara que recibió. El castigo en el caballo resultó un mero simulacro, pues apenas se divisaba sangre que corriera por el lomo. El Cid, que se había estirado con majeza a la verónica, vio frustrado un intento de quite porque el toro salió suelto en busca del refugio de chiqueros. El de Salteras, torero hondo y valeroso, lo embebió en su poderosa franela y citó descarado al natural. Cuajó series rotundas en las que la muleta parecía peinar el albero con trazos pausados y sinuosos. Toreo puro, de belleza cerrada y seca. Aunque bajó algo la intensidad cuando tomó el engaño con la derecha, su prodigioso juego de muñeca y unos remates gallardos y estéticos enaltecieron definitivamente a la concurrencia. Cuando el Cid alzó su tizona, el respetable le afeó el gesto, se propagó el rn run del indulto y éste fue concedido de inmediatopor el usía. Una vez más, se vuelve a confundir un buen toro con toro excepcional, una vez más se vuelve a confundir nobleza con bravura.

Frente al quinto, ejemplar sin fuerzas y sin recorrido, El Cid sólo pudo esbozar apuntes de su ortodoxia y alta escuela torera. La áurica exquisitez de su presunto mérito artístico la habrá de guardar Rivera Ordóñez para derramarla en otra ocasión. Trasteostan largos como anodinos ante enemigos nobles y sin recorrido constituyeron todo su bagaje. Ante dos astados carentes de casta y de vibración, Miguel Ángel Perera sólo pudo dibujar series de derechazos y naturales de académica y limpia ejecución pero de aburrido resultado. Porque no es posible la excelencia taurina cuando el enemigo sólo aporta nobleza bobalicona y carece de la pujanza y de la raza que se le presuponen a un toro bravo.