GESTA. Estefanía Sánchez, Jorge Olvera y José María, detrás, rodeados de ladrillos y polvo en el edificio de la calle Montañés, 8. / E. S. M.
CÁDIZ

Cinco familias resisten en sus casas en mitad de una obra integral en el edificio

Los vecinos se niegan a dejar su vivienda de alquiler porque no pueden pagar otra

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El inmueble situado en el número ocho de la calle Montañés «está hecho polvo», como reconoce uno de los responsables de los trabajos de reforma integral que se llevan a cabo en el edificio. Sin embargo, ni la presencia de obreros ni los kilos de escombros y polvo que cada día salen del edificio han conseguido disuadir a las cinco familias que aún lo habitan. Tampoco les ahuyenta la presencia de la cementera y las grúas.

Los 300 euros de alquiler que pagan son la razón de esta gesta. «¿Cómo vamos a dejar esta casa y hacernos cargo de otro alquiler que nos va a costar el doble?», se quejaba ayer Estefanía Sánchez, una cajera de 21 años, que vive en el inmueble con su pareja, Jorge, de la misma edad, y su hermano pequeño, José María. Son una de las cinco familias del edificio a las que las que ni las grúas ni el polvo han conseguido por el momento echar.

Sin embargo, enclavadas entre las plazas del Palillero y la Candelaria, la vida de estas cinco familias se parece bastante a intentar resistir en mitad de una batalla campal de escombros y ruido.

«La situación se lleva mal, francamente mal. No te puedes imaginar lo que es vivir así. Ni siquiera puedo salir de mi casa sin tener que avisar a los obreros para que coloquen unos tableros de madera en el suelo del pasillo para que no me caiga», se queja Estefanía.

Los andamios han ocupado por completo el edificio. El suelo está levantado o, en otros sitios, directamente falta. Y las enclenques vigas de madera mordidas por la carcoma se sostienen gracias al andamiaje que las apuntala. Mientras, el polvo, los martillazos y el ruido de la cementera invaden por completo el edificio.

Las obras en este inmueble de cuatro alturas, situado en pleno centro de la capital, comenzaron hace dos meses. Entonces llegó la primera cuadrilla de obreros, encargada de hacer «el trabajo gordo». Quitar los suelos y levantar el terrazo para que pudieran seguir las labores.

El propietario aseguró a los vecinos que las obras estarían terminadas en otros cuatro meses. Pero esa posibilidad es «bastante remota», reconocen los responsables de los trabajos «porque cada vez que picas van saliendo cosas nuevas». En el tajo, los operarios calculan que las trabajos no estarán listos «hasta por lo menos dentro de un año».

La rehabilitación del inmueble se ciñe a las llamadas «zonas comunes»: patio, pasillos, escaleras y cubierta. Por lo que el propietario ha optado o por no realojar a los vecinos en otro inmueble mientras siguen las obras.

«Es increíble que no haya querido buscarnos otro sitio», se quejaba ayer Esperanza. «¿Por qué no nos hemos ido todavía de aquí?, se preguntaba por su parte Jorge. «Porque no nos lo podemos permitir», respondía sin vacilar.

esanmartin@lavozdigital.es