MÁLAGA. Zapatero se despide en el mitin de ayer tras conocer la noticia. SALVADOR SALAS
ESPAÑA

«José Luis, vámonos, han tiroteado a un compañero»

El mitin transcurría con normalidad. Las 4.000 personas que abarrotaban el pabellón de deportes de la Universidad de Málaga, la mayoría de ellas mujeres, estaban entregadas a sus líderes, José Luis Rodríguez Zapatero y Manuel Chaves, a los que no dejaron de jalear con gritos de: «¿Presidente, presidente!»; o mostrando pancartas en las que se leía 'Zapatero, aquí están tus niñas'. La actriz María Barranco, como maestra de ceremonias, ponía la nota de humor, mientras que representantes de las mujeres socialistas de Hungría, Portugal, Dinamarca y Suecia daban un toque internacional a lo que estaba llamado a ser una fiesta.

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Una fiesta que se enturbió al final. Cuando apenas faltaban unos pocos minutos para que el jefe del Ejecutivo terminase su intervención, una noticia corrió como la pólvora entre los asientos en los que los periodistas seguían el acto: ETA había vuelto a atentar. En esos momentos, Rodríguez Zapatero era ajeno a la tragedia. Pero no su equipo. Angélica Rubio, una de las mujeres de confianza del presidente del Gobierno y que trabaja en labores de comunicación en el Palacio de La Moncloa fue la que recibió la información en su teléfono móvil. Inmediatamente se dirigió a la primera fila de autoridades, donde se encontraban, entre otras, la ministra de Fomento y candidata socialista por Málaga al Congreso de los Diputados, Magdalena Álvarez, y allí comunicó los datos a Manuel Chaves, según informaron fuentes socialistas.

Sonrisa borrada

En ese momento, en medio de una explosión de júbilo, Rodríguez Zapatero concluyó su alocución y se dirigió a un grupo de mujeres situadas detrás del escenario para saludarlas. Hasta allí se acercó Chaves quien, con gesto serio y en voz baja le dijo: «José Luis vámonos rápido que han tiroteado a un compañero».

En ese momento, la sonrisa se le borró de la cara, que adquirió una expresión seria. Totalmente desencajado, intentó simular una leve sonrisa cuando algunas participantes en el mitin, ajenas a lo ocurrido, subieron al estrado. Inmediatamente, su equipo de seguridad rodeó al jefe del Ejecutivo y le sacó en volandas del recinto para dirigirse, a toda prisa, a Madrid para vivir una jornada dolorosa para todo el país. Por su parte, el público, aún sin noticias de lo ocurrido, abandonó el pabellón comentando lo bien que había estado el mitin o preguntando dónde estaban los autobuses que habían de llevarlos a sus municipios.