LA GLORIETA

Reporteros

Dijo Chaplin que la vida es una tragedia de cerca pero una comedia si se mira con cierta distancia. Es difícil saber en cuál de las dos se está cuando se sube el share de los dicharacheros programas del directo. Fue un acierto periodístico cuando Madrid Directo consiguió sacar al personal del sofá y meterlo en la chabola, el sumidero del yonki de la heroina o el de los yonkis de la quimio... Y fue pésima la herencia. Hoy, salvo contadas excepciones, se han convertido en imitaciones de sí mismos.

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¿Qué tipo de seta alucinógena les dan a los reporteros del directo? Todo lo tienen que hacer ellos, amasar ellos, clavar ellos, cocinar ellos y quemarse ellos también, con lo que se meten ellos mismos en la boca. ¿No sabías que te ibas a quemar, criatura, si ya te quemaste ayer igualito, que yo te vi, y le decías a la compi del plató que estaba buenísimo mientras te abrasabas la sinhueso como si te estuvieses comiendo una tapa de meteorito? Tienen la lengua de adobe, los tíos, de las veces que se la queman cada semana. Lo mismo les da un taller textil de chinos que un concurso de belenes: todo son saltos, muecas, gritos, manos en movimiento, preguntas chorras que no esperan siquiera respuesta: «¿Y cuál es el ingrediente principal de las migas?». Esa es la raíz cúbica del periodismo de hoy, hecho para animales que no absorben un impacto informativo de más de 18 segundos (para cuando usted lea este texto ya son sólo 17).

Con ellos ya nada aturde; ni siquiera unos chipirones a base de Gatorade. Nada, salvo que a ningún carajote de estos no lo hayan tirado nunca de cabeza al pilón con un La próxima te vas a tu pueblo a reírte de tu madre. Devolvemos la conexión.