Lo que une y lo que desune a Kiril de Moscú y el Papa Francisco

Hace un milenio que ambas facciones de la Iglesia están desgajadas, a pesar de que comparten iconos, sacramentos y Sagradas Escrituras. Se distanciaron de forma oficial en 1870, en el Concilio Vaticano I, cuando la Iglesia Ortodoxa Rusa se negó a reconocer la autoridad del Obispo de Roma. El Primado del Pontífice les separa

«El encuentro de hoy es un paso intermedio, preparatorio para que el Papa visite por primera vez Moscú»

Madrid Actualizado: Guardar
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«Es un paso intermedio». La interpretación de uno de los mayores expertos en Teología del país, el profesor de la Universidad de Navarra José Ramón Villar, del encuentro entre el Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa y el Papa de este mediodía en La Habana (22.30 horas de este viernes 12 de febrero, en España), coincide con la opinión generalizada de que se está preparando la futura visita del Papa a Moscú. Con ello se cerraría una herida que sangra en las dos facciones mayoritarias de la Iglesia, la Ortodoxa y la Católica, desde hace un siglo y medio, cuando en el año 1870 la primera se negó en rotundo a reconocer el Primado del Obispo de Roma.

Digamos que ahí fue cuando se desgajó oficialmente, coincidente con el Pontificado de Pío IX, aunque según el profesor Villar, la separación venía ya de 1054, momento en que la Iglesia Ortodoxa Rusa se opuso a reconocer la autoridad del Obispo de Roma.

Ese año el Papa de Roma y el Patriarca de Constantinopla se excomulgaron mutuamente y así comenzó lo que se conoce como el «gran cisma» del cristianismo, que aún pervive.

La pregunta de qué une y desune a Kiril de Moscú, que representa a cien millones de fieles, y al Papa argentino, con una Iglesia de unos 1.229 millones de bautizados detrás, es bastante sencilla para el profesor Villar: se concita en que la Iglesia Ortodoxa se sintió orillada y dejó de reconocer la autoridad de los seguidores de San Pedro. Lo que les uniría sería todo lo demás, en realidad: santos, fe, creencias, posición en torno al matrimonio homosexual, eutanasia, aborto, sacerdocio femenino...

Hay dos campos de cierta distancia y confrontación en ese pensamiento e ideología del Patriarca Kiril de Moscú y el Papa Francisco, glosa para ABC Villar: «Durante el primer milenio de la era cristiana, Oriente y Occidente vivieron juntos y tenían unas competencias y autoridades reconocidas. En el segundo milenio la manera de ejercer esa autoridad y el modo formulado oficialmente para dicha potestad en el Concilio Vaticano I provocó que la Iglesia Ortodoxa Rusa no acabase de identificarse con ese reconocimiento y ese modo de ver la cabeza de la Iglesia». Esta fue la primera brecha. La segunda es lógica, al entender de este profesor de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra: «La cultura, la tradición y la Historia que hemos vivido los países ortodoxos y el Occidente europeo cristiano es bien diferente. Además, se ha producido también en este tiempo una plena identificación de la religión ortodoxa con la nación rusa».

Digamos que la historia de Rusia se ha «interpretado» en clave religiosa, que los avatares históricos por los que ha discurrido la nación -entiéndanse por ellos la hegemonía de los zares, el dominio del comunismo, entre otros- han sido clave en la postura adoptada por la Iglesia Ortodoxa rusa ante los acontecimientos. «Eso también dificulta el caminar juntos -dice el experto consultado-, en mentalidad y tradición ha habido factores históricos» muy distantes y distintos. No obstante, dogmáticamente, ha sido el reconocimiento del Primado de la jurisdicción del Romano Pontífice lo que desunió a ambas Iglesias.

Pero sí que ha habido una diferenciación añadida: a lo dogmático se ha unido la diferente psicología y una historia bien distinta. El pueblo ruso, como el griego, vivió bajó el Imperio turco y la invasión de los cruzados latinos en Constantinopla para instalar una jurisdicción latina que expulsa a los ortodoxos marca la herida potente. En síntesis de dos mil años de histórica, todo arranca del Imperio bizantino, que sucede al Romano en el siglo VI. Bizancio sigue en Constantinopla mientras que en Occidente se sucede el sacro Imperio Romano Germánico, como heredero, y reconociendo al Obispo de Roma como cabeza de la Iglesia.

La vestimenta y la liturgia pueden ser otras diferencias, pero lo que se tiene claro es que tanto la fe, los iconos, los santos, los sacramentos, las Sagradas Escrituras son compartidas, por parte del Episcopado se reconoce a la Ortodoxa Rusa como verdadera Iglesia, se reconoce por parte de la Iglesia católica la condición de «eclesial» de esta Iglesia. «La Iglesia católica siempre ha pensado que hay una legítima adversidad dentro de la creencia compartida», indica el especialista en Teología Sistemática, quien aún apunta otra de las claves por las debe entenderse esta reunión «sin precedentes» entre el Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa y el Santo Padre. El centro histórico de la Iglesia Ortodoxa es el el Patriarca de Constantinopla (actualmente, Bartolomé I, patriarca ecuménico de la Iglesia ortodoxa, con sede en Constantinopla), que tiene buenas relaciones, abiertas y fluidas con Jorge Mario Bergoglio. De hecho, hace poco se ha podido ver al Papa visitándole. En cambio, el Patriarca Kiril de Moscú es el que tiene más peso, que aglutina a mayor número de fieles. Si éste hubiese querido visitar al Papa Francisco en el Vaticano, «hubiese sido visto como una humillación», reescribe José Ramón Villar. El viaje, en cambio, aprovechando la visita oficial de Kiril a Cuba y con la mediación de Raúl Castro, es un viaje «preparatorio» para que el Papa vaya a Moscú. El Papa de Roma siempre ha tenido buena relación con los diversos patriarcas que ha habido en Constantinopla y es, para el de Moscú, «importante que se abra a una relación normalizada con el Papa y que a él le puede servir también», añade el experto en Ecumenismo.

Opina Villar: «Lo interesante del gesto histórico es que se vea en el seno de la Iglesia Ortodoxa que el Patriarca de Moscú no está cerrado. También es una manera muy relevante de preparar una visita» del Papa Francisco a la Plaza Roja de la capital rusa que puede producirse más pronto que tarde.

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