15 años de los cursos para reeducar a maltratadores: «El trabajo con el agresor no está bien visto»

Se crearon como mecanismo de redención para los atacantes condenados a menos de dos años de prisión y como un medio de protección a la víctima, pero despiertan aún muchas reticencias pese a su gran eficacia

Una psicóloga del Programa Contexto de Valencia escucha a un maltratador condenado a una pena inferior a dos años de cárcel por su delito REPORTAJE GRÁFICO: JOSÉ BRAVO
Érika Montañés

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En el comienzo de esta historia se podrían relatar golpes e insultos , vejaciones siempre contra una mujer. En medio, la condena a un hombre por violencia de género de menos de dos años de cárcel y el ofrecimiento del Estado a que realice un curso de reeducación o trabajos a la comunidad. En 2018, de los más de 33.000 varones condenados por violencia machista, 9.110 eludieron su ingreso en prisión con los programas de intervención para agresores , llamados PRIA-MA, que administra Instituciones Penitenciarias. En torno al 30% de los maltratadores cursaron estas sesiones educativas que se prolongan durante casi un año. Y, al final, el resultado: la tasa de reincidencia de esos agresores es de un 7%, pero la probabilidad de que reincidan para aquellos que no los hacen es de un 100% superior a los hombres que sí se sientan frente a un grupo de psicólogos que abordarán su ira y la dudosa gestión de sus emociones.

En esa parte central del problema nos detenemos junto a Marisol Lila, catedrática de Psicología Social de uno de los principales programas del país, de nombre Contexto. Cada grupo de terapia está conformado por un coordinador y varios monitores, con psicólogos, sociólogos y criminólogos. En Contexto, casi el 100% del personal son mujeres que abordan la naturaleza machista y agresiva de los hombres frente a ellas.

Sin delitos de sangre

Hay que recordar que ninguno de estos varones tiene un delito de sangre. Para ellos, los asesinos , el departamento del Ministerio del Interior está obligado a ofertar cursos de rehabilitación dentro de las cárceles. La mayoría rehusará hacerlos . Solo el 17% de los criminales y condenados a prisión por violencia de género (tercera causa de entrada en las cárceles en España) realizan estos programas específicos para internos, que existen en 50 de los 164 centros penitenciarios del país.

En el caso de los PRIA-MA, los agresores están optando por una medida penal alternativa al encierro y generalmente, la condena que se les ha impuesto es inferior a dos años de cárcel porque carecen de antecedentes penales.

Trabajo en el curso del agresor

Unos y otros comparten, eso sí, la sensación de rechazo al curso; «no quieren recibir lecciones, tampoco se sienten cómodos con el hecho de tener que modificar un esquema mental construido durante toda su vida», dicen los trabajadores de estos programas. No han interiorizado que están penados, porque no pisan la cárcel, pero tampoco han interiorizado el delito, y la culpa es (para ellos) de la mujer, del abogado o la Justicia, de la ley o del mundo. Así se manifiesta Adolfo (nombre ficticio), un ex alto ejecutivo que pasó nueve meses en un curso. «Yo fui obligado y totalmente indignado, pero me di cuenta de que me servía», declara. «Me rompí cuando me preguntaron si mi hija había visto los malos tratos a su madre» , contrasta Alberto, otro agresor condenado que estuvo un año en terapia en el Principado de Asturias.

De repente, «los pones frente al espejo, con terapias confrontativas y acaban por descubrir que tienen un problema», completa la directora de Contexto. «Vienen con la actitud de que “no van a poder ayudarme” . No creen en los profesionales y esto genera frustración -comenta Lila desde Valencia-. Pero es emocionante comprobar cómo gente que viene así, diciendo “tú no tienes ni idea de lo que he vivido”, llora el último día de curso porque se acaba y no se les va a seguir ayudando. Están bastante aislados». Les dan respuestas para gestionar tanta impotencia y rabia interna, les enseñan a relacionarse con otras personas a través de un plan motivacional que da estupendos réditos.

Lila es consciente, como su equipo, de que «el trabajo con el agresor no está bien visto, pero es bidireccional, se utilizan estos cursos como herramienta de protección a la víctima, una más, y la mejor manera de evitar una futura agresión es ir al origen».

Aprender a tratar a la mujer

Vicente Magro , hoy magistrado del Supremo, fue el promotor en 2004 de esta iniciativa de reeducación pionera en España, siendo presidente de la Diputación Provincial de Alicante. De aquella oficina improvisada con dos funcionarios a la gestación de una red de cursos por todas las regiones han pasado ya quince años, con un balance satisfactorio. El juez siempre ha defendido a ultranza que la prevención de la reincidencia es, precisamente, el mejor servicio social. En una intervención pública subrayó que con los cursos se canaliza más eficazmente el problema del agresor que con los trabajos en servicio a la comunidad, puesto que «arreglando jardines no se aprende a tratar a una mujer».

La tupida red autonómica de los cursos se tejió con Zapatero al frente el Gobierno. En su segunda legislatura, el delegado para la Violencia de Género fue Miguel Lorente, que dirige la Unidad de Igualdad de la Universidad de Granada y enfatiza a ABC que «el problema de estos maltratadores nace con una construcción machista muy enraizada, hay factores de edad, también, y de la relación que siempre hayan tenido con la violencia. Se tiene que trabajar con ellos por la vía individual». Pero, «no son un robot ni anulas su voluntad; muchos tienen un impulso irrefrenable. Esto no es la naranja mecánica. La reeducación no tiene sentido si el país no invierte en la concienciación social desde que son chiquillos», propone.

Lorente menta otro problema de los PRIA-MA. Deberían estar homogeneizados y homologados en todas las autonomías , porque «cada una va a su aire», afirman fuentes jurídicas. La Administración debe invertir dinero en maltratadores y no siempre se está conforme. Las mismas fuentes descartan que haya que implantarlos para delitos sexuales . Para este tipo de agresores, afirman, la reinserción se debe gestar entre rejas.

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