Francisco durante la homilía en la Basílica Menor del Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
Francisco durante la homilía en la Basílica Menor del Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre - efe

El Papa en Cuba: «Nuestra revolución pasa por la ternura y el servicio»

El Papa pide en su última homilía en la isla una Iglesia «que salga a tender puentes, romper muros y sembrar reconciliación»

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En el cuarto día de un viaje agotador, las últimas horas del Papa en Cuba se están caracterizando por un sabor intimista y familiar. Su doble despedida de la isla consiste en una misa en el santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre –animada por canciones locales deliciosas– y un encuentro con las familias en la catedral de Santiago de Cuba, antes de emprender el viaje a Washington, previsto para poco después del mediodía.

Francisco aprovechó su última homilía para remachar en el santuario de la Patrona de Cuba, el mensaje central de toda su visita al país: «Nuestra revolución pasa por la ternura, por la alegría que se hace siempre compasión y nos lleva a involucrarnos, para servir, en la vida de los demás».

Lo repitió tomando el ejemplo de María de Nazaret, «la primera discípula, una joven quizás de entre 15 y 17 años que, en una aldea de Palestina, fue visitada por el Señor. Lejos de "creérsela" (darse importancia) y pensar que todo el pueblo tenía que venir a atenderla o servirla, ella sale de casa y se va a servir, a ayudar a su prima Isabel», que estaba esperando un hijo.

Era un mensaje sencillo, que el Papa iba detallando frase a frase de modo muy práctico: «Nuestra fe nos saca de casa para visitar al enfermo, al preso, al que llora, y también para reír con el que ríe, a alegrarse con las alegrías de los vecinos». En realidad, lo había predicado con el ejemplo, pues antes de la misa había salido al atrio para saludar también a los enfermos en sillas de ruedas que ocupaban la primera fila.

Citando su exhortación apostólica «La alegría del Evangelio», el Papa les aseguró: «cada vez que miramos a María volvemos a creer en la revolución de la ternura y del cariño». En un país caracterizado por tantas «Plazas de la Revolución», las palabras de Francisco apuntaban a un rumbo diferente que hay que emprender «todos juntos, todos juntos, todos hijos de Dios».

Y para remacharlo una vez más, les dijo: «Como María, Madre de la Caridad, queremos ser una Iglesia que salga de casa para tender puentes, romper muros, sembrar reconciliación». En la plegaria de los fieles se rezó tambien «por todos los gobernantes, para que ejerzan la autoridad con justicia».

El Papa recordó que fueron los soldados veteranos de la guerra de independencia quienes pidieron a Benedicto XV, hace un siglo, que declarase la Virgen de la Caridad como Patrona de Cuba. E incluso leyó unos párrafos de aquella carta en que los soldados escribían: «cuanto más cercana estaba la muerte o más próxima la desesperación, surgió siempre como luz… la visión de esa Virgen bendita, cubana por excelencia… porque así la amaron nuestras madres inolvidables, así la bendicen nuestras esposas».

El alma del pueblo cubano

Tan emocionado como los fieles que le escuchaban, Francisco añadió que «el alma del pueblo cubano, como acabamos de escuchar, fue forjada entre dolores, penurias que no lograron apagar la fe, esa fe que se mantuvo viva gracias a tantas abuelas que siguieron haciendo posible, en lo cotidiano del hogar, la presencia viva de Dios».

Esa situación dolorosa, previa a la independencia, se ha vuelto a repetir en los últimos cincuenta años, en que de nuevo han sido las abuelas quienes han mantenido la fe en muchas casas.

En sus palabras de agradecimiento, el arzobispo de Santiago de Cuba, Dionisio García Ibáñez, hizo notar al Papa que en la selección de personas que podían entrar en la basílica, habían dado prioridad «a los miembros de las pequeñas comunidades sin templo, que han surgido en gran número en las periferias, campos y barrios de nuestras ciudades», y también «a los misioneros principalmente laicos que las evangelizan, que están hoy aquí presentes junto a usted. Ellos son los verdaderos protagonistas de la nueva evangelización de Cuba».

El lunes por la mañana, en su misa ante más de cien mil personas que desafiaron un calor y una humedad atroces en Holguín, el Papa había rendido homenaje a las « casas de misión», los hogares puestos a disposición de la comunidad cristiana local para celebrar la misa, rezar o meditar el Evangelio ya que desde 1959 hasta hace muy poco el gobierno prohibía la construcción de nuevas iglesias. Recientemente ha autorizado las primeras tres, en Pinar del Rio, La Habana y Santiago de Cuba, pero es un número insignificante comparado con las necesidades.

Las «casas de misión» y los «misioneros laicos» son la respuesta a una situación de falta de libertad de culto. La misma respuesta que dieron los primeros cristianos.

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