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Visita al cementerio submarino

Los restos del 'Salem Express', hundido en el mar Rojo en 1991 y en el que perecieron cientos de personas, es ahora un punto de atracción turística, visitado por cientos de buzos cada año

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La narración del hundimiento de un barco de peregrinos es «un buen punto de partida para una narración libre y móvil» que verse sobre los sentimientos de un personaje «sencillo y sensible» torturado por la pérdida del honor. Joseph Conrad tenía esta idea en la cabeza cuando escribió Lord Jim, la historia del vergonzoso naufragio del Patna, un buque atestado de musulmanes de vuelta de La Meca.

Aún no conocemos el destino del capitán del ferry Al-Salaam (La Paz), que ayer se fue a pique en aguas cercanas al puerto árabe de Duba arrastrando consigo a cientos de peregrinos ataviados todavía con sus túnicas blancas, orgullosos de haber cumplido con el hash, el rito de visitar la ciudad santa. La travesía entre Duba y Safaga, poco más de 50 millas, es una ruta fácil. Ni las más fuertes rachas de simún logran levantar más de un metro de ola en el paso. De vivir, el comandante del Al Salaam será un hombre malherido para siempre.

Como el capitán del Salem Express que se hundió en esas mismas aguas en 1991 tras colisionar con unos arrecifes cercanos a Port Safaga. Hoy, buceadores de todo el mundo se sumergen a 40 metros para visitar el macabro pecio, en el que fallecieron medio millar de pasajeros pese a que en su momento, y tras proceder al rescate de decenas de cadáveres, buzos de la Marina egipcia sellaron el buque.

En el silencio del fondo, entre las penumbras de pasillos, bodegas y camarotes, son hoy visibles numerosos restos humanos junto a los bancos de peces. También es posible observar las bolsas y maletas que cargaban los peregrinos (algunas cerradas todavía), llenas de ropa y de regalos para sus familiares y amigos musulmanes.

De fatídico nombre

Botado en los astilleros de La Seyne en 1976 con el nombre de Fred Scamaroni, el buque dio buenos servicios durante años en el mar Rojo con los nombres de Lord Sinai y Al-Thara. En 1981 recibió el fatídico nombre Salem Express. Con base en Safaga, el barco de pasaje estaba al mando de Hassan Moro, un capitán veterano y capaz que había sido profesor en la Academia Naval egipcia y que había vuelto a su carrera en la Marina mercante.

Aquel día Moro ordenó navegar muy cerca de la costa. Era una decisión arriesgada, pero el comandante quería evitar a los pasajeros de cubierta (los más pobres) los embates del vendaval que soplaba en la zona, salpicada de islotes y arrecifes coralinos. El buque iba hasta las cartolas con peregrinos embarcados en Jedah. Cuando la nave se acercó al arrecife Hyndman era ya noche cerrada. El buque hendía las olas y cabeceaba sobre la mar picada. Había espuma por todas partes. Y detrás de cualquier penacho podía esconderse un bajío.

De pronto, el Salem Express chocó contra el arrecife: un gran agujero se abrió en la banda de estribor, el impacto hizo que el portón de proa se abriese y el agua anegó la bodega. El ferry escoró a estribor.