Huérfana

Quien busca venganza no encuentra nunca la compasión

Salvador Sostres

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Invitó a su madre a su boda y su madre puso de excusa que aquel día no podía. A su padre ni se molestó en llamarle. Es una pobre chica perseguida por su terror a ser siempre una huérfana. También es abogada y la segunda esposa de mi cuñado.

De las desventuras de mi familia he aprendido que la piedad alumbra y que el resentimiento nos oscurece como un tren inverso. Cuando tratas de cobrarte supuestos agravios atrasados, por mucha razón que tuvieras, que normalmente no la tienes, sólo te espera el hundimiento. Es otra trampa del diablo que prefieras el recelo a la piedad.

De todo lo que nuestra huérfana habría podido aprender, se ha quedado con el espanto. Hace unas semanas le dijo a mi mujer que le molestaba que yo acudiera a las reuniones familiares si nos habíamos separado. Vive tan asustada por el eco de su orfandad que teme que la exmujer de mi cuñado pretenda asistir también de vez en cuando a las celebraciones de la hija que tienen en común.

La respuesta a tu orfandad no pueden ser más orfandades. La respuesta a tu miedo no puede ser el pánico. San Pablo dice que un hombre se justifica sólo por su fe y que en la esperanza fuimos salvados.

Es desigual la suerte que Dios reparte y no digo que la pobre chica lo tuviera fácil. Pero si sólo buscamos venganza, no aprendemos nada de lo que nos pasa. Cuando mi mujer le dijo el año pasado que quería separarse, nuestra abogada le recitó la abrumadora lista de motivos por los que podría demandarme. Siempre hay un daño previo que justifica el siguiente daño que queramos causar, pero de mi madre he aprendido que el miedo activa el mecanismo de lo que más temes que te suceda y que el odio te destruye mucho más a ti que a cualquiera que sea tu objetivo.

Toda agresión a una familia te regresa por quintuplicado y cada vez que te defiendes odiando, la furia de un rayo de Dios te recuerda, escribiendo recto sobre tus renglones torcidos, que la ternura es la metáfora de la solución universal. No nos protege vengarnos, sino ser mejores de lo que fueron con nosotros. Quien busca venganza no encuentra nunca la compasión, que es la única ley de Dios, y en las afueras de Dios sólo hay barbarie. No les sorprende que les diga que la chica es agnóstica, ¿verdad? Un mundo miedoso -Valentí Puig lo dice- no podría ser la heredaz de Karol Wojtyla.

Las familias han de estar unidas incluso aunque los padres emprendan caminos distintos: es lo mínimo que les debemos a nuestros hijos. También el alma tiene su musculatura y hay que saber ejercitarla. Podemos reñir, podemos distanciarnos, podemos querernos mucho y no saber hacerlo funcionar. Pero tenemos la humanidad que nos fue concedida por un Dios que nos hizo a su semejanza, y si tú crees que no podemos volar, yo pienso que podemos andar mucho más rápido. Mi mujer y yo lo hemos conseguido en nuestros días más aciagos, convirtiendo el viejo dolor en amor y apuntalando la casa con nuestras propias manos.

Cualquier agresión a una familia es un atentado, rebotes del mal para empujarte al caos.

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