Fútbol

«Sólo se salvan los que creen»

Un aficionado murciano cuenta a ABC los viajes en su viejo R4 a las últimas cuatro finales de la Champions del Madrid

La señora Fina conversa con su hijo y un aficionado de Kiev, junto al R4 ABC
Salvador Sostres

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Desde que el tío Blas se compró su R4, el verano de 1982, el Madrid no ha vuelto a perder ninguna final de la Champions. Blas era un gran aficionado a los coches, afición que contagió a su sobrino Miguel, el hijo de la hermana Fina de su esposa. El R4, o 4L, como también se le llamaba, se convirtió para Blas en el coche fetiche de su equipo, el Real Madrid , y cada vez que ganaba algo lo sacaba de paseo por Murcia, donde siempre vivió. Blas falleció en 2012 y le dejó el R4 en herencia a su sobrino.

Miguel no es sólo Miguel, un cuarentón que hereda un R4 de su tío murciano. Tenía 9 años el 29 de enero de 1980 cuando su padre, Diego García, moría de accidente de tráfico. Tenía tres hermanos (el menor, también Diego, de 8 meses) y a su madre, Fina Ballesta. Y Fina, llamada cariñosamente «La jefa» por sus cuatro hijos , a los que crió heroicamente sola, enfrentándose a todas las adversidades, tampoco es sólo Fina, porque hace tres años, en la Navidad de 2015, tras sangrar abundantemente, acudió al hospital, enseguida fue intervenida, y el cirujano dijo que el tumor era mucho más grande de lo que temía, que el cáncer se había extendido, y que no superaría las siguientes 48 horas. «Pero ella tiró, como siempre ha hecho, por todos nosotros, y sobrevivió», relata Miguel. Para explicar lo inexplicable, el cirujano sentenció: «sólo se salvan los que creen». Desde entonces, Fina fue periódicamente sometida a duras sesiones de quimioterapia, vio su movilidad drásticamente reducida, ganó mucho peso y sólo salía de casa para ir a misa.

En Lisboa empezó todo

Cuando el Madrid llegó a la final de Lisboa, Miguel un poco en serio, un poco en broma, le propuso a su amigo Ginés ir a verla con el R4, para rendir tributo a la memoria del tío Blas, y Ginés le tomó la palabra. El coche aguantó -a su ritmo- los 850 kilómetros y Miguel le atribuyó sin dudarlo ni un instante el milagro del gol de cabeza, en el minuto 93, de Sergio Ramos.

A partir de aquella noche quedó establecido no sólo que el coche era talismán para el Madrid, sino que no llevarlo a las finales podría traer consecuencias nefastas. La siguiente cita fue en 2016, en Milán, e igualmente el coche soportó los 1.500 kilómetros de distancia. Los amigos Pepe y David se añadieron a la expedición. La victoria en los penaltis agigantó la leyenda milagrosa del R4 del tío Blas. Miguel y Pepe tampoco fallaron en Cardiff, pero cuando la final de 2018 tocó en Kiev, Miguel no encontró a nadie que se pudiera tomar los siete días que calculó que duraría el trayecto para acompañarle, de modo que decidió ir solo. Su madre, al saberlo, le dijo que de ninguna manera podía hacer solo aquel trayecto. Y Miguel le respondió: «pues ven tú» . Ante la resistencia de Fina le espetó: «te dejo una hora para que lo pienses». Y Fina se atrevió: «si tú te ves capaz de llevarme, voy». Lo único que pidió es que, si algo le ocurría, la llevaran de vuelta a España para ser enterrada.

Le compraron una camiseta de Madrid. Le pusieron el número 13, por tratarse de la decimotercera Copa de Europa , y el nombre de «La jefa».

Miguel explica que «salimos con la intención de llegar, pero no era el objetivo. Yo quería que mi madre, que llevaba años sin prácticamente salir de casa, disfrutara del viaje. Parábamos donde ella quería y si alguna mañana necesitaba dormir un poco más, la dejaba. Me guardé dos días de margen para poder ir a su ritmo». El R4 aguantó admirablemente , y los mayores problemas los tuvimos en la frontera con Polonia. Fueron muy estrictos. Les entiendo, porque su frontera es como la nuestra con Marruecos, pero fue muy desagradable».

Miguel destaca la amabilidad de Heineken, que les cedió un aparcamiento VIP para que Fina no tuviera que andar demasiado, pero lo que agradece sobretodo es el ánimo que el viaje le dio a su madre , que se ha dado cuenta de que puede hacer lo que quiera y ha recuperado la alegría de vivir, que había en parte perdido por culpa del cáncer y de la quimioterapia.

El regreso fue bastante más accidentado. En Leópolis, el R4 colapsó y tuvieron que dejarlo en un taller. En Ucrania no habían visto un coche de aquellos en su vida , porque durante el comunismo los coches europeos no llegaron a la URSS, de modo que la reparación no iba a ser breve, ni fácil. Miguel no quiso que su madre tomara sola el vuelo de regreso a casa de modo que no tuvo más remedio que dejar solo a su fiel compañero.

«Llegamos bien a España, pero todo fueron calamidades mientras el coche del tío Blas estuvo averiado. Llegaron los socialistas al poder, Zidane se fue del Madrid y parecía que Griezmann iba a fichar por el Barça. Mis amigos me llamaba suplicándome que hiciera lo que que fuera para traer de vuelta al R4, y se ofrecieron a pagar los 3.000 euros que costaba traerlo a casa . Pero no hizo falta porque contra todo pronóstico los mecánicos ucranianos pudieron arreglarlo, y ese mismo día se anunció el fichaje de Lopetegui y que Griezmann se quedaba en el Atleti».

«Sólo se salvan los que creen», como dijo el cirujano de Fina. O como dice Miguel: «Es muy grande ser del Madrid».

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