La central nuclear de Garoña podría entrar de nuevo en funcionamiento
La central nuclear de Garoña podría entrar de nuevo en funcionamiento

Energía nuclear, en la crisis de los 40

Cinco de los siete reactores operativos que hay en España se aproximan a su fecha límite inicial de funcionamiento

Madrid Actualizado: Guardar
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La emisión por parte del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) de un informe favorable a la ampliación de operación de la central nuclear de Garoña hasta 2031, con lo que alcanzaría los 60 años de vida, ha vuelto a poner en el foco informativo el debate de la longevidad de estas instalaciones más allá de los 40 años para los que fueron diseñadas inicialmente. Los siete reactores nucleares que operan en España fueron en 2014 y 2015 la principal fuente de producción de energía eléctrica. Pero, además de la central burgalesa, cinco de ellos se encuentran ya entre los 33 y los 30 años, por lo que pronto habrá que tomar en España decisiones de calado.

Desde el propio CSN, Javier Dies Llovera, consejero de este organismo regulador, afirma que alargar la vida de las nucleares

es algo que ya se está haciendo a nivel internacional. «Estados Unidos ha concedido permiso para operar hasta los 60 años a 84 centrales. Y no es el único. Países como Suiza, Suecia, Bélgica, Holanda, Francia, Hungría... también están en esa línea. Son más de un centenar las vivirán más allá de los 40. Es más, EE.UU. ultima una modificación para permitir la operación hasta los 80 años de vida».

¿Por qué se marcó entonces un plazo de 40 años? Fuentes de la Sociedad Nuclear Española explican a ABC que «cuando se diseña cualquier máquina, desde una nevera a una central nuclear, se calcula un tiempo en el que se asegura el buen funcionamiento de todos los componentes. En el caso de las centrales se estimó en 40 años. Pero si la operación se realiza con un mantenimiento correcto, evitando el estrés térmico, sustituyendo las partes que van quedando obsoletas, pueden operar hasta los 80 años», afirman.

Oposición política

El catedrático de ingeniería nuclear de la Universidad Politécnica de Madrid, Eugenio Mínguez, señala que «en EE.UU. comenzaron a inspeccionar las centrales que tenían 40 años y vieron que los componentes de seguridad podían aguantar otros 20 años. Y en España se han mantenido muy bien las centrales nucleares gracias a la supervisión continua y a las revisiones que se hacen cada 10 años», defiende.

Desde Greenpeace, la responsable de la campaña antinuclear, Raquel Montón, lleva inicialmente la discusión al terreno político. «En el Parlamento, todos los grupos políticos, excepto el PP, ya han manifestado su oposición al alargamiento del ciclo vital de las nucleares. Ahí es donde debe producirse el debate, no en una reunión con los titulares de las centrales, las comunidades e incluso con nosotros, como ha anunciado el Ministerio».

Pero al margen del argumento político, Montón, hace hincapié en que la ampliación de vida de una central debe someterse a un estudio de impacto ambiental transfronterizo según marcan los convenios internacionales. Y en el caso de Almaraz «no parece que Portugal esté muy a favor». La central de Hinkley Point, en el Reino Unido, tuvo que hacerlo y España «tiene el convenio incorporado a nuestra legislación», señala.

Gestión de residuos

Además, Montón cita estudios del MIT y del Instituto Max Planck que indican que «la probabilidad de accidente es creciente conforme se superan los 40 años». Y recuerda que en Francia tuvieron que revisarse recientemente 18 reactores por problemas de fracturas en la vasija. En un informe del propio CSN se explica que, efectivamente, a finales de abril de 2016 se identificaron irregularidades en el control de calidad de «unas 400 piezas de un total de 10.000 fabricadas desde 1965», unos componentes que se encuentran en las centrales de Ascó y Almaraz y que tras ser analizados «son aceptables para seguir funcionando sin restricciones», señala la nota del CSN.

Otro de los puntos críticos de las centrales nucleares es el tema de la gestión de los residuos. «Si se amplía la vida de la centrales, generaremos más residuos y eso supondrá mucho más dinero, con lo que difícilmente se podrá bajar el precio de la electricidad gracias a las nucleares», afirma montón. Pero Mínguez, sin embargo, defiende que cuando se amplía la vida de una central, «casi toda la instalación está ya amortizada, por lo que, al margen de las reformas que haya que acometer, el gasto que afrontan es el del combustible y mantenimiento». Y estima que la energía nuclear podría dejar el KW entre los 30 y los 40 euros, lejos de los 100 euros/KW que hemos pagado cuando por falta de lluvia y viento no se han podido usar las renovables y ha habido que emplear las centrales de gas y carbón».

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