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Tu nombre en las paredes de mi ciudad

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Vivimos en un formidable territorio de paradojas. El festival de música de Cádiz programa actuaciones musicales en locales en donde las autoridades municipales persiguen sistemáticamente a la música en vivo. La Junta organiza concurso de grafiteros para premiar una disciplina artística que los nuevos queus combaten a porfía.

«Escribo tu nombre en las paredes de mi ciudad», cantaba Nacha Guevara en aquel entretiempo de la historia que fue la transición democrática. En Cádiz, muchos nos preguntábamos por qué la palabra libertad que aparecía escrita en el monumento a la Constitución de 1812 de la Plaza de España, era reprimida enconadamente por los restos de saldo de la dictadura en los mismos muros donde el Zorro Justiciero pedía lo imposible, la mayor de las utopías, donuts sin agujeros. Hoy, tantos años después, otros gaditanos escriben el nombre de la libertad por las paredes de un tiempo propenso a cercenarla. Así, está a punto de sentarse en el banquillo de los acusados una muchacha a la que se imputa el delito de garabatear tres versos hermosos sobre la fachada del opulento edificio que alberga al ayuntamiento de Puerto Real.

María Hermida tiene quince años, vive en Puerto Real, estudia en el Instituto La Jarcia y acaba de ser premiada por la Diputación en un certamen literario que pretende primar la participación ciudadana. María Hermida escribe su propio blog en la red -http://reflexionesdeunaovejita.blogspot.com/- y junto con otros compañeros y el conserje del centro bilingüe donde estudia ha creado una asociación para la divulgación de la poesía y de la música. Hay otros pintores rupestres, los de tonto el que lo lea, viva el fondo sur o te quiero princesa. Ella escribió «eres beso delicioso / de los que saben avellana / a ruiseñor y a cacao». Tan hermoso que hasta el policía que acudió a multarle no pudo por menos que preguntarle si lo había inventado ella, como si maliciara que fuere la letra de una canción de Lole y Manuel o de Rosario Flores.

La justicia se erigió en jurado literario. De hecho, apreció tanto su madurez literaria que en la denuncia consignaron que era mayor de edad y ahora pretenden encausarla por perpetrar un terceto con nocturnidad y alevosía, sin que la Ley del Menor pueda ampararle de semejante delito. A punto de cumplirse el centenario de Miguel Hernández, ¿qué mejor homenaje al poeta preso por excelencia que una adolescente imputada por unas rimas libres ante el juez de guardia?

Al margen de la multa impuesta, a María Hermida se le exigen -costas aparte- 17,5 euros por los daños provocados por el acto vandálico de dibujar la belleza de las palabras en el frontispicio del poder. Pero, ¿cuánto vale esa bofetada de lirismo en una de las ciudades más castigadas históricamente por el urbanismo concebido a la medida de la especulación? Robert Frost se enorgullecía de que le pagaban mil dólares por versos y que su lírica le había llevado a cenar con el presidente de los Estados Unidos. María Hermida acaba de ganarle: esas rimas suyas no tienen precio. Y escriben definitivamente su nombre casi infantil en las paredes universales de la libertad.