GANADOR Y FINALISTA. Bonells y Rivera, ayer, en Cádiz, antes de recoger sus premios de mano de Felipe Faraguna. / VÍCTOR LÓPEZ
Sociedad

María Rivera y Jordi Bonells salen de viaje con las novelas premiadas por el Quiñones

Ganador y finalista recogieron ayer el galardón en Cádiz y destacaron el prestigio de un certamen «transparente»

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Ni Jordi Bonells ni María J. Rivera eran conocidos por el gran público antes de lograr con sus novelas el reconocimiento del Premio Unicaja de Novela Fernando Quiñones. El anonimato no es ninguna garantía de calidad, ni tampoco certifica rotundamente las buenas intenciones del jurado, pero al menos distingue a un certamen que, tanto entre los lectores como entre los autores, tiene merecida fama de no deberse a más condicionantes que el valor intrínseco de las obras. Bonells y Rivera recogieron ayer sus premios de la mano de Felipe Faraguna, director de la Obra Social de Unicaja y Antonio Castillo, concejal de Cultura del Ayuntamiento de Cádiz.

Ambas novelas tienen mucho en común: son dos historias trepidantes e intimistas (no tienen por qué ser cualidades contradictorias), contadas de una forma clara y certera (huyen de lo retórico y de lo grandioculente), y transcurren en el extranjero, quizá como consecuencia de las renovadas ansias por huir del suplicio de lo cotidiano que azota a nuestros creadores. Este año, a modo de celebración del décimo cumpleaños de la convocatoria, el jurado estuvo compuesto por ganadores de años anteriores. A Mariano Antolín le tocó la glosa de la novela de María J. Rivera, algo que hizo «encantado por sus innegables cualidades: una prosa hipnótica, unos personajes poderosos y unas descripciones capaces de arrastrar el hálito de otras tierras». Utilizó, como acertado recurso literario para su discurso, una suerte de relato sobre las interioridades del proceso de elección de los ganadores que tituló Confesiones de un jurado de Premio de Novela. «Harmattan no ganó el certamen por un único voto», resumió.

El autor de La suite de Manolete, Joaquín Pérez-Azaústre, ganadora el pasado año, habló de Dar la espalda. «Es una novela de viajes, pero, a la vez, es mucho más que eso: tiene la difícil cualidad de contener muchas realidades permeables, que se comunican entre ellas con un exquisito equilibrio», destacó.

El propio Bonells admitió que por primera vez sintió que su «novela no podía ser tan mala» cuando leyó la novela finalista. «En el fondo, el verdadero tema de Dar la espalda es «el poso que dejan las cosas, los seres y los acontecimientos en otras cosas, seres y acontecimientos».

dperez@lavozdigital.es