UNIDOS. Sara y David, ayer en los alrededores del piso tutelado donde ahora viven. / ANTONIO VÁZQUEZ
Ciudadanos

«Hasta que no tengamos a la niña nuestra vida no va a cambiar»

Los dos padres discapacitados a quienes se les retiró su hija al nacer viven sus primeros días en el piso tutelado de Afanas donde han sido acogidos; ahora deben encontrar una casa y un trabajo para que les devuelvan a la menor

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David y Sara han esperado ansiosos a que llegara el día de hoy. Para ellos, el más feliz de la semana. Ya que los martes les permiten visitar a su hija en el centro de acogida San Carlos de Chipiona, donde permanece internada desde el pasado día 9 de enero (apenas dos días después de nacer), cuando los servicios sociales de la Junta de Andalucía se la retiraron con el argumento de que ellos eran incapaces de cuidarla. Ambos padecen una discapacidad mental severa, carecen de ingresos (más allá de los 280 euros de la pensión de David) y viven en una casa en deplorables condiciones en San Fernando, sin luz ni agua.

Casi dos semanas después de haber sido acogidos en un piso tutelado para deficientes pertenecientes a la asociación Afanas, y concertado con la Junta, ambos guardan «esperanzas de poder recuperala».

Ayuda a buscar trabajo

Desde el sábado, cuando los dos jóvenes se mudaron al piso tutelado desde el Hospital Puerta del Mar, han comenzado a participar en los talleres de formación que la asociación Afanas ofrece a sus miembros en el centro de día para discapacitados que posee en El Puerto. Aunque ella, aún débil, se recupera de la anemia que sufrió tras el parto .

Ayer, reconocían a este periódico sentirse «contentos» e ilusionados en la nueva vivienda en la que han logrado una plaza, donde -explican- les «están ayudando mucho, tanto los compañeros como los trabajadores sociales». «Nos han dado ropa y dicen que nos encontrarán un trabajo», afirmaban ambos jóvenes con una alegría que, sin embargo, se ve empañada por la tristeza de no tener aún consigo a su pequeña.

«Hasta que no tenga a la niña, mi vida no va a cambiar, ella es la que me quita las penas», explicaba por su parte Sara, que recuerda cómo el día que se la arrebataron de los brazos se «quería morir». «Estoy deseando poder abrazarla de nuevo».

El proceso hasta que les sean devuelta la menor, sin embargo, puede prolongarse de tres a seis meses aún, según informaba ayer la delegación provincial de Bienestar Social y explicaba el propio David: «Nos han dicho que debemos probar que podemos mantener una vivienda durante tres meses, y entonces nos la darán; si no lo demostramos, nos dan otro plazo de tres meses; y si en ese tiempo tampoco somos capaces, nos la quitarán para siempre».

Ilusión de recuperarla

Ellos, en cambio, se ven de sobra capaces y denuncian tener que demostrar su condición de padres. «Si no creyésemos que podíamos sacarla adelante, ni ella ni yo la habríamos tenido», insiste David, que conoce sus limitaciones, y como cualquier padre primerizo, admite también «tener miedo, porque sé que es muy delicada y pequeña». Aún así, afirma sentirse «con fuerza e ilusión» y garantiza que «no perderán la esperanza de recuperarla».

«Estamos haciendo todo lo posible para probar que podemos cuidarla; limpiando y colaborando en el piso, así que no tienen queja de nosotros», afirma el joven padre, que dice estar dispuesto «a trabajar en lo que sea, por la niña y por ella», señalando a su pareja, Sara. Aún no están casados, aunque aseguran estar dispuestos a ello. «Ahora somos pareja de hecho, registrados en el Ayuntamiento de San Fernando», explica David.

Los dos jóvenes se conocieron en 2007, cuando la hermana de él los presentó.Sara vivía en Chiclana en casa de su tía, que es la tutora legal de la joven. Y él con su padre, en San Fernando. Sin embargo, cuando la relación de ambos se fue consolidando decidieron huir de sus hogares, ante la negativa de la familia de ella a que fueran pareja. Después de un mes viviendo en una casa abandonada de Tarifa, la Policía los detuvo y los devolvió a sus casas.

Fue entonces cuando Sara decidió escapar y marcharse a vivir con David a una casa de su familia en San Fernando, sin agua ni luz. Allí, se quedó embarazada. «En los servicios sociales me advirtieron que si no abortaba, me quitarían a la niña», recuerda Sara. «Le llamamos Esmeralda por lo guapa que es», afirma el padre, mientras observa la única fotografía que pudieron hacerle (con el móvil) antes de que se la retiraran; y asegura que hoy, en Chipiona, pedirán que les den una foto nueva, «aunque preferiría tenerla a ella».

mgarcia@lavozdigital.es