VILLALUENGA DEL ROSARIO. Vista general del pueblo con menos habitantes de la provincia, bajo la montaña que le da cobijo y, cada vez más, sustento. / LA VOZ
Sociedad

La leche mágica

Casi la mitad de la población de Villaluenga vive ya de la actividad quesera y gracias al auge de esta industria la fuga de habitantes a otros pueblos de la provincia se ha paralizado

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En Villaluenga del Rosario viven muchas más cabras y ovejas que personas. En los pastos que rodean esta localidad, situada entre montañas, comen 3.000 ovejas de raza grazalemeña y 5.000 cabras de raza payoya. En el pueblo, construido junto a la carretera que lo une con Benaocaz y Grazalema, habitan 560 personas.

Sin embargo, a pesar de ser uno de los municipios con menos habitantes de la provincia, las cabras y las ovejas han logrado invertir la flecha de crecimiento de la población y si hace poco más de una década el municipio perdía habitantes cada año, ahora, los jóvenes, han dejado de marcharse y los inscritos en el padrón crecen atraidos por la actividad quesera que da trabajo ya, de forma directa e indirecta, a casi la mitad de la población, según destaca su alcalde, Alfonso Moscoso.

La culpa de todo la tiene, entre comillas, la leche, la que producen las cabras y las ovejas de la Sierra de Cádiz. Las cabras de la razas payoyas y las ovejas grazalemeñas no son nuevas en la zona.

Una de las actividades tradiciones en esta zona de la Sierra alta de Cádiz era hacer sus propios quesos, «el queso de campo» como le llama Carlos Ríos, copropietario de la Quesería de Villaluenga y, junto a Andrés Piña, originadores de este curioso fenómeno que se ha dado en la población.

De hecho, el suero para producir queso era ya conocido por una multinacional francesa que se lo llevaba para realizar quesos de categoría en su país sabedores de la calidad de lo que se hacía en la Sierra de Cádiz.

Desde 1986

En 1986, se crea la primera quesería artesanal de la Sierra de Cá-diz. La forman los hermanos Ra-món y Miguel Ángel Gago en El Bosque, un pueblo situado a pocos kilómetros de Villaluenga. Fue el primer paso hasta llegar a la verdadera explosión que existe en la actualidad en la que Cádiz alcanza ya el primer puesto andaluz del sector en cuanto a premios y reconocimientos se refiere.

Pero para Villaluenga la fecha clave es el 16 de septiembre de 1997, cuando los payoyos, el nombre con el cariñosamente se conoce a Carlos Ríos y Andrés Piña, fundan la quesería artesanal de Villaluenga. El nombre de payoyo no se le da solamente al queso y a las cabras autóctonas de la Sierra de Cádiz. Los vecinos de Grazalema conocen tradicionalmente con este nombre a los habitantes de este pequeño pueblo por la tradición de elaborar quesos en sus casas. Los de Villaluenga, a su vez, llaman pringones a los de Grazalema por que lo suyo son las chacinas.

Once años después de la fundación de la quesería, en la población existen ya tres industrias dedicadas en exclusiva a la elaboración de quesos ya que este año se ha puesto en marcha la tercera empresa, Quesos La Velada, puesta en marcha por Francisco Barea, un ganadero y hostelero local que ha decidido apuntarse también a la aventura. Se une así también a la quesería de Charo Oliva Piña que produce también quesos artesanales en el pueblo. Los efectos para la economía del municipio son, por lo menos, llamativos. Los payoyos, que han abierto ya sucursal en la vecina Grazalema, dan ya trabajo directo a 18 personas.

La quesería de Charo Oliva da trabajo también a dos personas, mientras que la reciente constituida de La Velada emplea ya a cuatro. Pero para elaborar los quesos se necesita una importante cabaña de cabras y ovejas. Según los datos facilitados por el alcalde, Alfonso Moscoso, el número de ganaderías dadas de alta en la localidad es de 25, que agrupan a unas 8.000 cabezas, 3.000 ovejas y 5.000 cabras, dedicadas a la producción de leche.

Futuro Museo del Queso

De todos, modos Moscoso destaca que no hay leche suficiente en Villaluenga para abastecer a las queserías, sobre todo a la de los payoyos, por lo que esta se compra en poblaciones vecinas que también se han visto beneficiadas por la leche mágica.

Moscoso destaca que estos son los beneficios directos, por decirlo de alguna forma. Pero a ello hay que sumar otros beneficios indirectos. Las visitas turísticas se han disparado en el pueblo ya que los fines de semana la gente acude a comprar los quesos y, de paso, a visitar la pequeña población. El paisaje por si solo ya vale la pena. En los últimos años se han abierto dos restaurantes nuevos y se trabaja en un hotel.

Pero el Ayuntamiento también quiere poner de su parte en convertir a Villaluenga en «capital del queso» en la Sierra de Cádiz.

En el próximo mes de septiembre pretende abrir sus puertas junto a un parque el Museo del Queso, una instalación proyectada por el municipio con 500 metros cuadrados y en el que se explicara todo el proceso para elaborar los preciados quesos de Villaluenga.

En el museo también se situará una pequeña tienda y una zona en la que se podrán celebrar reuniones y proyectar imágenes para dar al visitante una visión lo más exacta posible del fenómeno.

Moscoso resalta que «hace 20 años la gente se iba de Villaluenga y ahora los jóvenes se quedan aquí porque saben que encuentran trabajo o ponen en marcha su propio negocio. De forma directa o indirecta la industria quesera da trabajo a la mitad del pueblo».

Pero el queso payoyo también ha provocado una importante publicidad para el pueblo, uno de los más desconocidos de la Sierra de Cádiz hasta hace poco más de una década. La empresa de Carlos Ríos y Andrés Piña, acumula ya en sus vitrinas cerca de 40 premios, algunos de ellos internacionales que han hecho que el nombre de Villaluenga salga incluso en revistas internacionales relacionadas con su queso.

En Francia, en las galerías Lafayette, uno de los establecimientos más exclusivos del mundo es posible encontrar los payoyos de Villaluenga, al igual que ocurre en establecimientos de delicadezas gastronómicas del Reino Unido o Italia.