CON MANDO. Carol Benbrook.
CAROL BENBROOK CAPITANA

«Veo amanecer en alta mar y entonces adoro mi trabajo»

Esta británica, que manda un yate de 44 metros, vigila la transformación de su barco mientras avanza su embarazo

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Mientras el yate está en dique seco, su tripulación se mantiene en activo, colaborando en las tareas de reparación o transformación de la nave. Barcelona acoge cada año a una auténtica población flotante, nunca mejor dicho, de unos 1.500 tripulantes de grandes yates. Estos marineros en tierra suelen ser gente bien remunerada, acostumbrada a una buena calidad de vida y muy activa en sus ratos libres. Estudios realizados por MB'92 estiman que, sólo en ocio, cada uno de ellos se gasta al mes una media de 1.000 euros. Eso, sin contar lo que se dejan en alquileres de apartamentos, habitaciones de hotel...

«Barcelona es una especie de bonus para nosotros. Ofrece todo tipo de distracciones, desde culturales a deportivas. Tiene buenas playas y la montaña está aquí al lado. Y a muchos de nosotros, aunque llevamos la mar en la sangre, también nos gusta esquíar». Lo dice Carol Benbrook, capitana del New Century, un lujoso superyate de 44 metros de eslora que actualmente sufre un radical proceso de transformación porque acaba de cambiar de dueño. Pocos, al ver a Carol, podrían imaginar que esta británica de 34 años, ahora embarazada de seis meses, está al frente de una espectacular embarcación de presupuesto multimillonario, y con ocho tripulantes a bordo, incluido su marido, un sudafricano que ejerce como ingeniero. A Barcelona llegaron procedentes de Mallorca, y tras haber recorrido lugares tan evocadores como las islas caribeñas de Mustique o Martinica.

Benbrook lleva navegando desde los siete años. Y le viene de familia. «Mi abuelo era jefe de ingenieros en la Armada y hasta mi bisabuelo fue marino... Así que no tenía escapatoria», bromea. Es consciente de que representa a una minoría aplastante. «En este mundo de los yates de lujo puede haber un 30% de mujeres. Pero las capitanas se cuentan con los dedos de una mano, y no exagero». La vida a bordo, según relata, «es dura y disciplinada; todo está muy pautado y regulado. Ya sabe: si bebes no conduzcas, je, je... Tenemos entre manos algo muy valioso y la responsabilidad es enorme. Pero esto tiene también sus ventajas. El día libre, por ejemplo, te puede tocar pasarlo en las Bermudas o en Panamá, cuyas costas son impresionantes».

El nuevo propietario del New Century, un magnate británico, con quien Carol y su marido se llevan «de maravilla; algo fundamental en este oficio», ya ha disfrutado unas semanas de su nuevo juguete, antes de enviarlo a Barcelona para cambiarle los motores, el interior y hasta el nombre. Y todo, para disfrutarlo un mes o mes y medio al año. El resto del tiempo -los ricos también cobran-, el yate se utiliza como charter que se alquila por semanas a quien pueda pagar escalofriantes cantidades de dinero (300.000 euros por semana, por ejemplo) por un crucero exclusivo. En su lujosa cubierta, Carol y su tripulación han visto tomar el sol y marearse a estrellas del rock, del rap y de Hollywood.

Ella no ha vuelto a sentir un mareo desde aquella noche negra en que atravesó una tempestad devastadora a bordo de un velero en el Golfo de Vizcaya. «Llegamos a dar una vuelta de campana. No me quitó las ganas de navegar, pero me convirtió en alguien más prudente». Carol planea trasladarse a Liverpool, su ciudad de origen, para dar a luz a Jack, su primer hijo. Pero en tres meses piensa volver al trabajo. «He viajado por el mundo entero. ¿El lugar más bello que he visto? Alta mar. Cuando veo ese amanecer en mitad del agua, con el sol saliendo por el horizonte y los delfines emergiendo, adoro mi trabajo».