REFERENTE. Ramírez-Heredia es abogado y periodista, además del primer gitano en ser nombrado Doctor Honoris Causa.
Cultura

Defensa del mal fario

Juan de Dios Ramírez-Heredia abre el Congreso de 'Ubi Sunt?' con una conferencia sobre leyendas y mitos del pueblo gitano

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Bienaventuranzas, maldiciones, hechizos y brujerías. La historia del pueblo gitano está jalonada de mitos y leyendas, tópicos y mentiras. Juan de Dios Ramírez-Heredia, el primer Doctor Honoris Causa gitano del mundo, fue el encargado de abrir ayer el VII Congreso Multidisciplinar de Ubi Sunt? con una conferencia amena y provechosa, que alternó la reflexión teórica con la anécdota personal, y en la que su autor intentó determinar «qué hay de bueno y qué de malo en ese eterno halo de misterio que siempre ha rodeado y rodeará a mi pueblo».

Para este abogado y periodista, que habla tres idiomas y ha sido congresista y parlamentario europeo, «el temor que infunde lo desconocido ha hecho que a los gitanos se les relacionara siempre con lo demoníaco y se les acusara de las más crueles infamias». Esa fama de «conjuradores y brujos» ha colaborado en la marginación histórica de un pueblo que, por lo demás, «siempre ha tenido una tendencia innata hacia lo esotérico, en parte por creencias transmitidas desde nuestros más antiguos ancestros y en parte por pura supervivencia».

Ramírez-Heredia explicó así que «desde el siglo XIII hay constancia de gitanos que, en París, se ganaban la vida adivinando el futuro; llegaron a tener tal influencia que la iglesia amenazó con excomulgar a los cristianos que se acercaran a los carromatos». De esta forma, además de conseguir dinero, «cultivaban la superstición de que hacerles daño podría resultar peligroso, con lo que, en parte, era una muy efectiva estrategia de defensa».

Remitiéndose a su experiencia personal, el político recordó cómo, durante su infancia en Puerto Real, su abuela leía la mano, «aunque más bien lo que hacía era distinguir en los ojos de su interlocutor, y gracias al temblor y al pulso de sus muñecas, si éste era receptivo a sus consejos».

En algunos casos las adivinaciones eran «un rito natural», pero en otros no eran más que «una estrategia como otra para sacar algo a los ilusos».

Situándose en el espectro contrario, Juan de Dios relató cómo, con 19 años, en El Puerto, una gitana «arrebató de las manos 20 duros a un amigo con la excusa de que así podría decirle de qué personas desconfiar». Cuando estaba a unos metros, después de la carrera, la estafadora los espetó: «Gracias a tu dinero, mis hijos y yo vamos a comer esta noche pescado frito».

Maldiciones

En el capítulo de las maldiciones, el conferenciante relató un caso real, aparecido en la prensa británica hace cinco años. Después de que el Ayuntamiento de Brighton expulsara a unos gitanos del terreno en el que planeaba construir un campo de fútbol, una anciana los maldijo así: «Nunca ganaréis en este estadio un sólo partido». Tras tres temporadas, el equipo local no había vencido en casa ni una sola vez, «y los responsables municipales acabaron pidiendo en los periódicos que por favor se termirara el hechizo».

dperez@lavozdigital.es