ANÁLISIS

Un signo xerecista

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a sido el hacedor de un proyecto atrevido, arriesgado y singular. Fue muchos años el capitán de un Xerez que campaba por campos de Segunda B, pero con oficio ha conseguido ganarse el respeto de los profesionales del fútbol hasta llegar a Segunda División, casualmente con el Xerez de sus amores. Era uno de esos jugadores que tras entrenar se ponía a dar lecciones de fútbol en su San José del Valle y se nota que lo lleva en la sangre. El Capi ha dicho basta. Le duele y mucho tener que abandonar el césped para sentarse en el despacho, pero no podía más. No podía ver caer más a su Xerez, ese que lleva defendiendo tantos años, y se dispone a dirigir el barco viendo los partidos desde el palco. La lógica del fútbol es igual de aplastante y cruel a veces, pero Rondán ya tenía claro que su etapa en el banquillo había terminado. Nadie mejor que él conoce los entresijos del vesturaio y ha repetido mil veces que hacía falta un revulsivo. Se va para crecer. Sin duda, un signo de su xerecismo.