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El Papa recibe una cruz realizada por los presos de la cácerl de CeReSo en Ciudad Júarez - AFP

El Papa pide a los presos de Ciudad Juárez «frenar» desde la cárcel «el círculo de la violencia»

Les pide que cuenten a «los suyos su experiencia» para evitar que otros cometan delitos

Enviado Especial a Ciudad Juárez Actualizado: Guardar
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El Papa Francisco ha sorprendido el miércoles a los presos de la gigantesca cárcel de Ciudad Juárez pidiéndoles que «luchen desde aquí dentro» para disminuir la criminalidad fuera. Concretamente, les ha pedido que «hablen con los suyos, cuenten su experiencia, ayuden a frenar el círculo de la violencia».

Les hablaba en el extenso patio de la prisión, después de haber recibido apretones de manos, besos y abrazos de varias docenas de internas e internos, vestidos con su uniforme: un chándal gris claro. Era un día soleado, muy luminoso.

Las cárceles de México, en su gran mayoría viejas y abarrotadas, suman nada menos que un cuarto de millón de internos, entre los cuales hay ocho mil mujeres. Muchos de los penales son campos de batalla entre bandas de «narcos», con matanzas frecuentes como la de la semana pasada en la cárcel de Topo Chico, en Monterrey, que dejó 52 muertos.

En su encuentro con setecientos presos y sus familias -de los más de tres mil internos en el llamado «Centro de Readaptación Social Número Tres»-, el Papa les estaba invitando a aprovechar el tiempo en una tarea constructiva: ayudar a prevenir nuevos asesinatos y robos fuera de la cárcel.

Se lo repetía con mucha claridad pues «quien ha sufrido el dolor al máximo y ha ‘experimentado el infierno’ puede volverse un profeta en la sociedad». Y les insistía, en un tono muy animante: «Trabajen para que esta sociedad de ‘usar y tirar’ a la gente, no siga cobrándose víctimas».

«Es un engaño social pensar que la seguridad y el orden sólo se logran encarcelando»
Papa Francisco

Hace tan solo unos pocos años, Ciudad Juárez era la ciudad con mayor índice de asesinatos del mundo, con millares de homicidios anuales. Últimamente la situación ha mejorado, pero la gente sigue viviendo en peligro, y de los doscientos mil vecinos que huyeron – un éxodo de zona de guerra- la mayoría sigue fuera.

«Escribir una nueva historia»

El Papa dijo a los presos que venía a celebrar con ellos el Jubileo de la Misericordia, y aunque ya es tarde para evitar el daño que han causado a otros, «eso no quiere decir que no tengan la posibilidad de escribir una nueva historia hace adelante».

Su discurso era esperanzador a nivel personal para quienes le escuchaban, pero, al mismo tiempo, analítico a nivel social, dando a entender que hay algo que no va en todo este sistema carcelario.

Sin entrar en los detalles, Francisco afirmó que «a veces parece que las cárceles se proponen incapacitar a las personas para cometer delitos, más que promover procesos de rehabilitación que resuelvan los problemas sociales» que contribuyen a que una persona empiece a cometer delitos.

En palabras muy fuertes, denunció «el engaño social de pensar que la seguridad y el orden sólo se logran encarcelando». La tranquilidad ciudadana se consigue más bien «afrontando las causas estructurales y culturales de la inseguridad, que afectan a todo el entramado social». El Papa subrayó la conveniencia de crear «un sistema que podríamos llamar de salud social», una especie de medicina preventiva de la delincuencia, basada en la educación, el trabajo, etc.

Pero apenas se hace, y Francisco lamentó que «llevamos varias décadas perdidas pensando y creyendo que todo se resuelve aislando, apartando, encarcelando; sacándonos los problemas de encima creyendo que esas medidas solucionan verdaderamente los problemas».

En concreto, lamentó el olvido «de lo que realmente debe ser nuestra preocupación: la vida de las personas, la de sus familias, la de quienes han sufrido a causa de este círculo de violencia».

Mantener viva la esperanza

El Papa no pretendía ser un penalista ni un sociólogo, sino tan sólo abrir vías de reflexión en un país caracterizado, como mucho otros, por una actitud excesivamente punitiva, cuando no vengativa.

En esa línea, Francisco tuvo palabras de aliento para los directivos y todo el personal de la cárcel, así como para «los capellanes, las personas consagradas y los laicos que se dedican a mantener viva la esperanza del Evangelio de la Misericordia en el penal». No todos los presos son católicos y, por eso, cuando se despedía, el Santo Padre les propuso «rezar un rato en silencio».

Como es importante que no guarden rencor, les sugirió «agrandar el corazón para perdonar a la sociedad que no supo ayudarnos y que nos empujó a los errores». El mensaje implícito era que hay más culpabilidades que la de quienes están aquí cumpliendo sus condenas.

Después de darles la bendición, el Papa se acercó a saludar a los presos del grupo musical que habían amenizado el acto interpretando desde «Bésame mucho» a rap. No se lo esperaban. Estaban emocionados al ver que les daba las gracias. Algunos lloraban, como tantos de sus compañeros y compañeras.

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