SOCIEDAD

Las ONG de Ciudad Juárez critican la imagen «limpia» que quieren ofrecer las autoridades al Papa

Publicaron una carta abierta en la prensa para tratar de informar de la situacion real de la ciudad mexicana

Corresponsal en México Actualizado: Guardar
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Hace cinco años, el Centro de Readaptación Social (Cereso) de Ciudad Juárezque visita el Papa este miércoles, fue el escenario de una masacre que se cobró la vida de 17 reos. Las cámaras de seguridad registraron cómo unos cinco sicarios encapuchados actuaban bajo la absoluta indiferencia de un par de vigilantes de la prisión. Con casi 300 asesinatos cometidos solo en un año, estaba considerada la cárcel más insegura de América Latina. En ellas no mandaba el Estado, sino bandas criminales que peleaban entre sí, mataban, extorsionaban y practicaban abiertamente la trata de blancas, muchas de ellas menores.

Era el tiempo en que Juárez estaba inmersa en una crisis de violencia inédita, después de que el Gobierno comenzara la llamada «guerra contra el narcotráfico» y los cárteles –sobre todo el de Juárez y el de Sinaloa– recrudecieran su particular guerra a muerte.

Una tasa de alrededor de 200 asesinatos por cada 100.000 habitantes la acreditaban como la ciudad más peligrosa del mundo.

Hace unos días, el gobernador de Chihuahua, César Horacio Duarte (del PRI), se ha jactado en la prensa local de que Ciudad Juárez no es lo que era, que está «resurgiendo de sus cenizas» y que está «de pie y con los brazos abiertos para recibir al Papa». En efecto, la disminución de crímenes es drástica, según las cifras de la Fiscalía estatal: en cuatro años se redujeron un 76% los homicidios dolosos en todo el estado –de 5.391 en 2010 a los 1.292 en 2014–, un 91% los secuestros –130 en 2010, ocho en 2014– y un 98% la extorsión –173 en 2010, 18 en 2014.

Sin embargo, las organizaciones civiles no están de acuerdo con las autoridades en que la ciudad fronteriza sea ejemplo de nada todavía y denuncian los profundos conflictos que sigue albergando. Algunas de ellas se han unido para dirigirse al Pontífice a través de una carta abierta que publican en la prensa local. «Queremos decirte, Francisco, que pese a lo que te digan políticos y empresarios, esta es una ciudad lacerada por la violencia, la muerte y el dolor de víctimas y familiares», advierten en su texto. «Debes saber también que la ausencia de justicia va profundizando las heridas de una ciudadanía que es sistemáticamente ignorada por sus gobernantes y que mediante discursos buscan maquillar la realidad, tal y como lo han hecho con las calles y fachadas por donde pasarás en tu recorrido. La verdad es que Juárez sigue abandonada, a merced de la avaricia e indolencia de sus autoridades».

Sobre la cárcel que visitará Francisco, el padre Óscar Enríquez Pérez, director del Centro de Derechos Humanos Paso del Norte, cuenta que algunos familiares de presos «nos han dicho que el Cereso es un negocio» y que a pesar de la «certificación nacional» de esta cárcel, de la que presume el gobierno estatal, sigue habiendo corrupción interna. Los presos tienen que pagar por estar en los lugares más seguros del penal, continúa Enríquez, y este sigue siendo lugar de reclutamiento por parte del crimen organizado y de prostitución. Este teólogo de la liberación, párroco en un barrio pobre de Juárez, critica que «van a presentar al papa la cara bonita de la ciudad pero no va a escuchar abiertamente la vida ordinaria y cotidiana».

«Reconocemos que ha habido una baja en ejecuciones en relación a la dinámica violenta que vivimos del 2008 al 2011, pero los índices actuales siguen siendo superiores a los que tenía Juárez en 2003», refiere, y detalla el sucesión de problemas: «Siguen los «feminicidios», la desaparición de jóvenes, un empobrecimiento muy serio, con desigualdades sociales muy agudas, y no ha habido cambios en el "modus operandi" de los policías: sigue habiendo detenciones arbitrarias y tortura, sobre todo de jóvenes».

Lydia Cordero, directora de Casa Amiga, opina que «es incongruente medir la seguridad de la ciudad solamente porque no aparecen asesinados hombres en la calle» y denuncia: «Con una violencia tan fuerte como la que se vivió, no puede haber un cambio de la noche a la mañana».

Centro pionero en la protección de las mujeres, Casa Amiga fue inaugurado por la difunta Esther Chávez Cano en 1999, cuando ya llevaba seis años recopilando recortes de periódicos que hablaban de asesinadas, todas jóvenes, todas trabajadoras de las «maquiladoras» estadounidenses que proliferaron a este lado de la frontera a partir de los años ochenta.

Aquellas muchachas, puntualiza Cordero, no tienen el mismo perfil de las mismas que asesinan ahora, pero es un hecho cierto que las siguen asesinando. «Y lo alarmante es que los casos de violencia familiar que culminan en muerte de una mujer han aumentado». Estos son los que engrosan la actividad de esta asociación:, que, aproximadamente, ampara a 350 mujeres amenazadas al mes.

¿Por qué matan a las mujeres en Juárez? Cordero es tajante: «Porque es un lugar donde se puede hacer, donde la corrupción de las autoridades y la dificultad para encontrar a un asesino es casi nula». Explica, además, un giro perverso en la situación: a partir del aumento de asesinatos del crimen organizado, los hombres comenzaron a amenazar a las mujeres con matarlas como si lo hiciera un cártel, haciéndolas aparecer enrolladas en alfombras o dentro de un maletero. «Sabían que entre miles de personas asesinadas ellos no iban a tener ninguna persecución».

La semana pasada, un fiscal les informó de que solo en Ciudad Juárez hay 10.000 denuncias de delitos de violencia familiar. Teniendo en cuenta que, según Cordero, solo el 10 por ciento de las féminas amenazadas en pareja denuncia, «estamos hablando que la situación enormemente grave».

Cordero observa que la pauta en Juárez cambió precisamente entre 2008 y 2011, cuando el fuego cruzado de la «guerra» encerró a los habitantes en sus casas. «Las familias dejaron de salir y de convivir con otras, y los de dentro de las propias familias se hicieron más violentos». Esto dejó una herida profunda, de consecuencias difíciles de medir que se observan en casos como el del pequeño Christopher Márquez Mora, torturado y asesinado el año pasado en la ciudad de Chihuahua por cinco vecinos adolescentes que jugaban con él «al secuestro». Antes de ese suceso, Casa Amiga fue la única organización que había alertado de las dinámicas que se estaban generando en la población más joven por haber sido testigos de años de horror.

Ante la visita del Papa, no es optimista. Cordero reprocha que las madres de chicas asesinadas no tendrán con Francisco un espacio especial, más allá del que tendrán durante la misa de la tarde, junto al resto de víctimas, como los padres de los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos en Iguala en 2014. Por eso, argumenta, decidieron publicar su carta abierta: «Nos dijeron que el Papa lee el periódico antes de llegar a una ciudad y ha sido la única manera de poder hacerle llegar esta información»

El padre Enríquez, por su parte, reconoce que la agenda del Papa en Juárez, con la visita al Cereso, el encuentro con trabajadores y la homilía referida a los migrantes que cruzan ilegalmente la frontera con Estados Unidos, tiene el objetivo de llamar «a respetar la dignidad y los derechos humanos». Además, augura que el Pontífice va a exigir que la Iglesia tenga más compromiso en la defensa y acompañamiento de las víctimas de la violencia, como hizo en la Ciudad de Méxicoen su homilía a los obispos. «Se me hizo muy interesante y muy fuerte la crítica de Francisco al Episcopado nacional», opina. «Me parece que el Episcopado nacional no ha respondido cristiana y proféticamente a la situación del país». Enríquez es crítico con la institución –«Como Iglesia, no estuvimos a la altura cuando hubo ese clímax de violencia; nos rebasó»–, pero advierte que los cambios «tienen que venir de nosotros, no hay que esperar milagros».

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