Papa Francisco: «La humanidad parece no querer aprender que las guerras solo producen cementerios»
Pide «que Dios libre al mundo del odio y la locura homicida de los terroristas»
Después de haber lamentado los recientes ataques terroristas en Nueva York, Somalia y Afganistán, el Papa Francisco ha dirigido el miércoles una clara advertencia a los países que están jugando con el fuego nuclear en Asia: «las guerras solo producen cementerios y muerte» pero «la humanidad parece no haber aprendido la lección o no querer aprenderla».
Precisamente para subrayarlo, ha dicho que este jueves, conmemoración de los fieles difuntos, «iré al Cementerio Americano de Neptuno y después a las Fosas Ardeatinas, en memoria y oración por las víctimas de la guerra y la violencia».
El sereno «Cementerio Americano Sicilia-Roma», situado unas decenas de kilómetros al sur de la capital, custodia las tumbas de 7.860 soldados muertos y los nombres de otros 3.095 soldados desaparecidos en la campaña de liberación de Italia durante la Segunda Guerra Mundial, que incluyó desembarcos en Sicilia y Anzio, y encontró enormes dificultades para superar las defensas alemanas en Montecassino.
En una jornada alegre por la fiesta de Todos los Santos, el Papa ha tenido que manifestar ante unas veinticinco mil personas reunidas en la plaza de San Pedro su «profundo dolor por los ataques terroristas de estos últimos días en Somalia, Afganistán y ayer en Nueva York».
Francisco ha deplorado «esos actos de violencia» y ha añadido que «rezo por los difuntos, por los heridos y por sus familiares. Pidamos al Señor que convierta el corazón de los terroristas y libere al mundo del odio y de la locura homicida de quienes abusan del nombre de Dios para sembrar la muerte».
Pero el centro de su mensaje en la cita del Ángelus era que «la solemnidad de Todos los Santos es ‘nuestra’ fiesta”, pues además de “los santos del calendario” existen “tantos hermanos y hermana de ‘la puerta de al lado’ que quizá conocemos».
Según Francisco, la conmemoración de Todos los Santos es «una fiesta de familia de tantas personas simples y escondidas que en realidad ayudan a Dios a sacar adelante el mundo».
Esas personas «no son modelitos perfectos», ni tampoco “superhombres”, sino mujeres y hombres seguros de que «los ingredientes para la vida feliz son las bienaventuranzas. Quien está con Jesús es bienaventurado y feliz».
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