La soledad, enfermedad del siglo XXI

Muerte, culpa y olvido

Una historia en torno a la soledad basada en episodios reales

Mari Pau Domínguez

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Pero si tú me olvidas

quedaré muerto sin que nadie

lo sepa. Verán viva

mi carne, pero será otro hombre

-oscuro, torpe, malo- el que la habita…

Ángel González, «Muerte en el olvido»

11h. Lunes. Localidad a las afueras de Orense, aunque podría tratarse de cualquier punto geográfico de España. Catuxa, del 5º C, acompañada de un reducido grupo de vecinos, se presenta en el puesto de la Guardia Civil para denunciar que hace casi un lustro que no saben nada de Xoana , inquilina del 3º B. Existen claros indicios que han alertado al vecindario, como el inabarcable número de cartas que se han amontonado en portería, entre las que figuran varios avisos de corte de suministro de las compañías de gas, agua y electricidad, o la espesa capa de polvo que cubre su vehículo, aparcado próximo al portal el mismo tiempo que lleva sin verse a Xoana.

-¿Si hace años que no tienen noticias de ella, por qué han tardado tanto para denunciarlo? -pregunta el agente cargado de sensatez.

-Pues ya sabe… un día por otro…

-¿Y así hasta cinco años? -replica el guardia perplejo-. ¿Cuántos vecinos son en el edificio?

-Unos 120… Todos tenemos nuestros problemas -alega Catuxa-. Además, ¿para qué meternos en la vida de nadie?

Desde luego, es mucho más fácil y cómodo, y acarrea menos complicaciones, no hacer caso al posible grito sordo de un vecino ; a una petición de auxilio que se perdió en la noche oscura del silencio colectivo.

-¿En una comunidad tan grande no ha habido nadie que se haya preocupado por lo que le pudiera estar pasando?

Ahora Catuxa y sus acompañantes callan, pero seguramente todos estén pensando en lo mismo. Demasiadas prisas. Demasiadas ocupaciones. Demasiada falta de empatía ante el sufrimiento ajeno. Demasiado egoísmo .

-Como esa mujer hubiera necesitado ayuda, está claro que ya se llega tarde -comenta el guardia con un difuso tono de reproche que no acaba de emerger del todo.

-Bueno… más vale tarde -titubea Catuxa queriendo justificarse.

-Ya… claro -la ironía rezuma en el comentario del agente, impaciente por acabar y enviar una patrulla al domicilio de la desaparecida.

-O tal vez se haya ido sin decir nada -balbucea otro de los vecinos.

¿Y a quién se lo iba a decir?

Cada uno con sus problemas

13 h. La Guardia Civil accede al piso, en la tercera planta de un enorme edificio destinado sólo a viviendas de alquiler.

-Claro, es que al no haber propietarios la gente permanece sólo un tiempo, y así es difícil entablar una relación estable con ningún vecino como para enterarte de lo que le pasa -comenta Catuxa.

El agente le lanza una mirada incómoda que calla la boca a la mujer antes de poner un pie en la casa. Del interior emana un olor a ambiente enrarecido; se barrunta un desenlace que los señalará a todos con el invisible dedo acusador de la culpa. El guardia avanza seguido de otro compañero hasta alcanzar un punto entre el pasillo y la cocina en el que descubren el enigma de la prolongada desaparición. Tendido en el suelo encuentran el cadáver de quien debe de ser Xoana , que, posiblemente debido a las condiciones ambientales, se ha mantenido mediante un proceso natural de momificación que ha desecado su cuerpo por la evaporación del agua de los tejidos. Ello explicaría la falta de putrefacción y, en consecuencia, que no se haya producido el característico olor que habría alarmado de inmediato a los vecinos.

El guardia sale al rellano y comenta que, a simple vista, podría llevar muerta unos cuatro años.

-Cinco -se apresura a precisar Catuxa.

Se produce un extraño silencio que la impele a aclarar lo que acaba de decir:

-Es que no se la ve desde poco después de fallecer su madre, hará unos cinco años. Sólo se relacionaba con ella .

-El cuerpo no presenta signos de violencia . La expresión de su rostro parece de tranquilidad, si es que se puede considerar que alguien esté tranquilo muriendo a solas en el suelo. Tendremos que pedirles a algunos de ustedes que se acerquen a comisaría de nuevo.

De entre los allí presentes, unos se echan las manos a la cabeza; otros reculan en el descansillo; y varios se retiran a sus casas para no enterarse de más. Ya tienen suficiente.

-Así que un día por otro, eh… -le suelta el agente mirándoles a todos ellos a los ojos, y se marcha consternado, dejando paso a los sanitarios a la espera de la llegada del juez para el levantamiento del cadáver.

Justificar lo inexplicable

22 h. Su madre… La explicación de lo ocurrido está en su madre. Eso piensa Catuxa por la noche sentada en el sofá. No ha podido ingerir bocado alguno durante la cena y tampoco tiene sueño, ni le apetece ver la televisión. Su marido, con quien apenas ha cruzado dos palabras desde que subieron del piso de Xoana, se ha acostado hace rato.

Por su parte, el guardia civil comenta con su mujer el suceso del día. Forma parte de su trabajo, no así la constatación de lo que puede dar de sí la condición humana en su afán de protegerse ante lo que duda de si puede ser una amenaza. Sigue dándole vueltas a la idea de que 120 personas hayan podido vivir nada menos que durante cinco años ajenas a un drama íntimo que ha desembocado en una muerte en la más profunda soledad. Una mujer olvidada del mundo, de todo y de todos.

Pronto comenzará la reconstrucción de los hechos, plagada de hipótesis, de posibles causas y, de lo que es peor, de sentimientos de culpabilidad que se van sumando de una planta a otra y de puerta a puerta. 120 inquilinos. Pero a ninguno de ellos le extrañó dejar de ver a Xoana al poco de fallecer su madre.

Una misma empresa arrendadora gestiona todos los pisos, pero tampoco había detectado ninguna anomalía. Xoana abonaba la renta desde la cuenta corriente de su difunta progenitora, hasta que el dinero se agotó. La vivienda ya tenía cortada la luz, el agua y el gas por impagos. Claro que eso qué importa ya.

Su presencia en la comunidad había dejado de existir mucho antes de que ella lo hiciera de verdad. Su ausencia, acompañada de la sombra de una triste muerte en soledad, planeará sobre la historia de un vecindario que no es más que un ejemplo a pequeña escala del aislamiento social en el que vivimos. En plena era de las redes sociales, en la que tenemos acceso en tiempo real a lo que ocurre en el extremo opuesto del planeta, hay gente que muere a nuestro lado sin que seamos capaces de verlo . ¿Cuándo dejaremos caer la venda que nos ciega?

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