En el foco del coronavirus en Italia: «Cuesta pensar que una epidemia que creíamos lejana está entre nosotros»

Los contagios llegan a Milán, la primera gran ciudad afectada, y se extienden por cuatro regiones del norte de Italia con dos muertos y unos 60 infectados

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Carteles municipales piden a los residentes quedarse en casa AFP

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Italia está en alarma. En apenas 24 horas, entre el viernes y el sábado, se ha triplicado el número de contagiados por el coronavirus de Wuhan , y los expertos advierten que el número de casos aumentará. Son dos los muertos y unas 60 las personas infectadas por el virus, 46 en Lombardía, 12 en Véneto y otra en Turín. También se ha detectado el primer caso en Milán . La primera víctima mortal, en la noche del viernes, fue Adriano Trevisan, de 78 años, un albañil jubilado, de la provincia de Padova, y ayer falleció una señora de 75 años que vivía sola en Casalpusterlengo y estuvo en contacto con el llamado «paciente 1» al acudir al servicio de urgencias del hospital de Codogno.

Es desolador recorrer esta zona llamada del lodigiano en Lombardía, aislada por temor al contagio del coronavirus . Son pueblos fantasma. A sus habitantes se les ha aconsejado que no salgan de sus casas y ellos cumplen a rajatabla las instrucciones. Han cerrado tiendas, bares, las oficinas públicas y hasta las estaciones. En esa docena larga de pueblos en alerta roja no para ni un solo tren. Unas 50.000 personas están afectadas por el aislamiento.

El Gobierno italiano y las autoridades sanitarias piden que no cunda el pánico. Pero la verdad es que el temor se palpa en el ambiente, sobre todo en Codogno , un municipio de 15.600 habitantes, a 60 kilómetros de Milán: es conocido ya por muchos como el «Wuhan italiano», porque es el centro del mayor foco de contagio en Lombardía, aunque nada tiene que ver por sus dimensiones geográficas con la ciudad de Wuhan.

Como una bomba

La noticia de los contagios difundida el viernes cayó aquí, por inesperada, como una bomba. Ha sido tremenda la explosión psicológica. Sus calles están completamente desiertas. Raramente aparece algún coche o alguna persona que ha de salir de casa por alguna necesidad. Solo queda abierta una tienda de frutas, gestionada por un egipcio, Mohamed. Raramente entra algún cliente, en general no italiano. «El c oronavirus me da miedo , pero no tengo otro remedio que trabajar para comer», dice. Las señales de ese temor extendido son muchas en Codogno. En la Farmacia Navilli ayer colgaron un cartel que dice: «La farmacia está abierta para urgencias, pero con las puertas cerradas»; es decir, no se permite la entrada.

Al lado está la iglesia de Santa María Inmaculada, la parroquia de Codogno. Está cerrada a cal y canto. «Desde ayer no entra ni un solo parroquiano, todo el mundo está en su casa», dice el párroco don Iginio. Contemplando al lado de su iglesia un panorama desolador, sin un alma en la calle, afirma con resignación: «Hay miedo, nunca imaginé que podríamos ver aquí algo así». Nada de misas, ni de fiestas de carnaval. Ni siquiera este domingo el párroco abrirá la iglesia. A pesar la desolación que reina en las calles que rodean a la iglesia, don Iginio no pierde el ánimo y ha dirigido un escrito a sus parroquianos: «Nos piden que evitemos reuniones, aunque se trate de celebraciones litúrgicas, sobre todo festivos, para combatir el virus; nos costará renunciar a la misa dominical ».

El sábado era un día soleado en Codogno, con temperatura primaveral, que invitaba a dar un paseo por el parque del pueblo, como hacen los lugareños con sus hijos especialmente los sábados. Pero este fin de semana el parque es un desierto. Un hombre de mediana edad, Luca, saca a su perro, un caniche, a dar un breve paseo: «Cuesta trabajo pensar que la epidemia, que la veíamos como algo muy lejano, está ahora entre nosotros».

Al hospital de Codogno nadie puede acercarse. El servicio de urgencias está cerrado. El hospital vive la emergencia en la emergencia: falta de personas y turnos agotadores para el personal sanitario. Si alguien sospecha que está infectado, ha de llamar al 112 y una ambulancia acude a su domicilio para hacer el test del virus. En las carreteras de la zona, con apenas tráfico, destaca la frecuente presencia de ambulancias haciendo sonar sus sirenas.

Cercanos a Codogno están los municipios de Castiglione d’ Adda y Casalpusterlengo. Los tres están en el centro de la zona de contagio. De aquí partió la propagación italiana de la epidemia con una cena en Codogno. Mattía Y.M., de 38 años, empleado de la multinacional Uniliver con sede en Casalpusterlengo cenó con un colega que trabaja para la empresa MAE de Fiorenza d’ Arda, en la provincia de Piacenza, que había regresado de China el 21 de enero. Pero este mánager de la MAE resultó negativo al test, lo que en principio puede significar dos cosas: o no fue él el portador del virus, o sí lo tuvo y fue capaz de contagiar, pero él quedó curado. Los médicos consideran y analizan sobre todo esta última posibilidad. En cualquier caso, ese hecho refleja la gravedad del coronavirus y muestra que hay todavía desconominiento sobre el virus y su difusión. Lo cierto es que Mattia acabó contagiando a su mujer, embarazada de 8 meses, a varias personas ingresadas en el hospital de Codogno, e incluso se le relaciona con el último caso conocido de contagio, el de Turín, un hombre de 40 años que había corrido un maratón con Mattia.

Viendo el aislamiento de estos pueblos, en los que casi no hay ni señales de vida en sus calles desiertas, parece que hubiera caído una condena o desgracia bíblica.

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