Central eléctrica de carbón Castle Gate, a las afueras de Helper, en el estado de Utah, cerrada esta primavera de 2015 anticipándose al plan de reducción de emisiones anunciado por Obama
Central eléctrica de carbón Castle Gate, a las afueras de Helper, en el estado de Utah, cerrada esta primavera de 2015 anticipándose al plan de reducción de emisiones anunciado por Obama - reuters
medio ambiente

El plan de Obama reaviva tibiamente las esperanzas en la cumbre del clima de París

La COP21 que comenzará a finales de noviembre en la capital francesa busca conseguir una acuerdo mundial y vinculante para evitar que la temperatura del planeta aumente 2ºC por encima de la época preindustrial

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El plan de reducción de emisiones de CO2 que acaba de anunciar Obama, tiene más de titular que de contenido real, puesto que la cifra final que se conseguirá para 2030, teniendo en cuenta todos los sectores contaminantes (El « Clean Power Plan» se refiere solo a las centrales eléctricas que funcionan con carbón), será de entre un 6% y un 10%.

Para organizaciones ecologistas como Greenpeace, la decisión de Obama « es positiva pero se debe ir más allá». Si la Administración de Obama quiere de verdad dejar un legado climático positivo y un planeta habitable para nuestros hijos, debería abandonar las prospecciones y la minería de combustibles fósiles, ha declarado la directora ejecutiva de Greenpeace EE.UU., Annie Leonard.

Desde Ecologistas en Acción, ven «positiva toda apuesta por las renovables y reducción de emisiones de las plantas energéticas» pero, al mismo tiempo se muestran sorprendidos de que «el anuncio provenga del mismo Obama que ha autorizado la búsqueda de petróleo en Alaska o dado rienda suelta al fracking, dos auténticos atentados medioambientales». Igualmente ponen el acento en que elplan es «un poco tramposo porque la reducción real de las emisiones globales será del 10% y en comparación con 2005, en vez de 1990, como calcula Europa».

El éxito de Kioto

En cualquier caso, es un titular importante que el presidente del segundo país más contaminante del mundo se adhiera a las tesis del Panel Intergubernamental sobre Cambio CLimático ( IPCC) de que el cambio climático es un problema de toda la Humanidad y que sus consecuencias se sentirán en todo el planeta. Cabe recordar aquí que el protocolo de Kioto, aprobado en 1997 y en vigor desde 2005, ha conseguido -sin la participación de China y EE.UU.- una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero de un 22,6%, muy por encima del 5% incial que se pretendía para 2008-2012. De haberse unido en su momento Washington y Pekín, igual Obama no habría hablado ayer, como hizo en la presentación oficial de su plan, de «la mayor amenaza» para el hombre.

Si los glaciares se fundiesen, el nivel del mar subiría 10 metros

Es sobre todo un buen mensaje de cara a la Cumbre del Clima que comenzará en París a finales de noviembre, la llamada COP21, y en la que se va a intentar por enésima vez conseguir un acuerdo mundial vinculante con entrada en vigor en 2020 para que el calentamiento del planeta no supere los 2ºC respecto de la época preindustrial. Esta línea roja es la que los científicos han trazado como límite para evitar una catástrofe que, según el mayor experto en glaciares del mundo, el norteamericano Richard Alley, podría elevar 10 metros el nivel del mar por la fusión de los glaciares de Groenlandia y de la Antártida.

Planes de otros países para 2030

Para conseguir ese objetivo vital, cada país está enviando a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático su contribución nacional a ese objetivo común de quedar por debajo de los 2ºC. Países como China, Rusia, Japón, Corea del Sur o la UE, ya lo han hecho, con desigual concreción y detalle, o con más o menos ambición. Pero ahí están: China dice que hasta 2030 no podrá comenzar a reducir emisiones por el empuje de su economía, pero que cuando inicie su reducción de emisiones lo hará en un 60-65%. Japón, lo hará en un 25,4% respecto de las emisiones de 2005. Rusia en un 25-30% y la UE en un 40% respecto de los niveles de 1990, a lo que sumará además un ahorro de un 27% en su consumo energético y un aumento de un 27% en la aportación de las renovables respecto de las energías fósiles.

Por ahora, todo está en el papel, y con un horizonte a quince años vista. Habrá que ver qué se firma finalmente en París en diciembre.

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