El Papa denuncia en Bolivia «la injusticia que parece no detenerse»

Desde el corazón de Santa Cruz de la Sierra, la mayor ciudad de Bolivia, el Papa Francisco denunció el jueves «la injusticia que parece no detenerse y las cicatrices de una justicia no realizada». Para llamar la atención sobre este problema nacional, Francisco visitará el viernes la gigantesca y peligrosa cárcel de Palmasola, que ha llegado a reunir hasta 5.500 internos, cuatro quintas partes de ellos a la espera de juicios lentos y tardíos.

Aún arriesgándose a la ira de Evo Morales, al término de la misa multitudinaria en el centro de la ciudad, el arzobispo de Santa Cruz de la Sierra, Alfredo Gualberti, manifestó ante el Papa la necesidad de «extirpar la práctica corrupta y parcializada de la justicia».

La misa en la Plaza de Cristo Redentor, celebrada en español, incluyó oraciones de los fieles en quechua, aymara y guaraní, las tres principales etnias nativas.

El discurso político oficial subraya de tal modo la existencia de 36 naciones indígenas, que olvida la importante franja de población que no se identifica con ninguna de ellas ni con los blancos. En cambio, el arzobispo de Santa Cruz invocó «la complementariedad armoniosa y fecunda de las diversas culturas indígenas, criolla y mestiza».

Por primera vez en este viaje a los tres países más pequeños y más pobres de Hispanoamérica –Ecuador, Bolivia y Paraguay- el Papa Francisco leyó su homilía sin añadir comentarios –a veces los más jugosos- al margen del texto escrito. Puede deberse al cansancio físico acumulado el día anterior, que incluyó dos vuelos en avión y una estancia de cuatro horas en La Paz, a cuatro mil metros de altura. En todo caso, el serio peligro de un desfallecimiento del Papa -que además de tener 78 años carece de parte del pulmón derecho-, ha quedado atrás para alivio general.

También han quedado atrás los momentos de desconcierto cuando Evo Morales, antiguo líder de los cocaleros, instrumentalizó la bienvenida al Papa en el aeropuerto de La Paz colgándole al cuello una “chuspa”, la bolsa de tela que utilizan los indios andinos para llevar las hojas de coca que mascan a lo largo del día.

Regalos peculiares

El sentimiento de incomodidad se repitió en el palacio presidencial, cuando Morales regaló al Santo Padre un voluminoso memorándum de color azul: el “El libro del Mar”, que resume los argumentos históricos y jurídicos para demandar a Chile ante el Tribunal Internacional de La Haya exigiendo recuperar una salida al Océano Pacífico. Igualmente fuera de lugar estuvo regalar al Papa un anacrónico crucifijo en forma de hoz y martilloasociado al jesuita español Luis Espinal, asesinado por la dictadura en 1980.

El programa del jueves incluye un almuerzo tranquilo y un momento de reposo en la casa del cardenal jubilado Julio Terrazas, antiguo amigo suyo, en la que se aloja en Santa Cruz de la Sierra ya que la nunciatura estÁ en La Paz. Desgraciadamente, el cardenal lleva varios días internado en una clínica, a la que el Papa irá a visitarle.

El acto más significativo de la jornada tendrá lugar a última hora de la tarde. Es la participación en el Encuentro Mundial de Movimientos Populares, que reúne 1.400 participantes, venidos de 40 países.

No se trata de movimientos sociales ni políticos, sino “populares”, es decir, cooperativistas, recogedores de cartón, vendedores ambulantes de periódicos, empleados de empresas quebradas que las compran para seguir trabajando, trabajadores informales excluidos de cualquier derecho o plan de jubilación, etc.

El Papa felicitará a los marginados por su variada iniciativa para ganarse la vida sin caer en el asistencialismo gubernamental pero, al mismo tiempo, realizará una nueva critica de un sistema económico global cada vez más despiadado que promueve la marginalización y el deterioro del medio ambiente.