Paradojas de la modernidad
Actualizado: GuardarInsistimos en que no albergamos duda alguna de que el progreso de la ciencia y el de la tecnología, en sí considerados, constituye un indiscutible valor: es un dato positivo que pone de manifiesto la ilimitada capacidad humana para mejorar las condiciones de vida, para atenuar las dificultades de los trabajos y para, en resumen, aumentar nuestro bienestar material. Es cierto que, gracias al progreso, las distancias se han acortado, los bienes se han multiplicado y, en gran medida, podemos controlar la gravedad de las enfermedades.
Hemos de reconocer, sin embargo, que, si el progreso material no va acompañado de un incremento de la conciencia ética, del sentido de la justicia y del compromiso con la solidaridad, puede originar en la sociedad unos desastres incalculables. Lo formulo de una manera más clara: los adelantos en manos de personas inconscientes, egoístas o sinvergüenzas pueden hacernos mucho daño.
Progreso y aumento de la delincuencia. No son necesarios demasiados análisis para llegar a la conclusión de que, por ejemplo, el aumento de nuevas formas -más crueles y menos controlables-, de la delincuencia es una de las consecuencias negativas del progreso. Es comprensible, por lo tanto, que este fenómeno, como ponen de manifiesto todos los medios de comunicación, se haya convertido en una de las mayores preocupaciones de nuestros conciudadanos y de nuestros gobernantes. Fíjense cómo, para atajar este problema, los gobiernos democráticos presentan, año tras año, nuevos planes de lucha contra el crimen y cómo dictan leyes con el fin de que la celebración de los juicios sea más rápida y cómo, incluso, incrementan las plazas de policías. Desgraciadamente, sin embargo, hemos de reconocer que los delitos siguen aumentando y las cárceles resultan insuficientes.
No tenemos que ser profetas para predecir que la seguridad ciudadana será uno de los temas que incluirán en sus programas electorales todos los partidos en las próximas elecciones, tanto las municipales como las autonómicas y las generales. La mayoría de los comentaristas están convencidos de que, en la actualidad, la preocupación por dicho aumento de la delincuencia puede influir de manera determinante en las decisiones de los votantes indecisos.
Delincuencia e inmigración. Aunque algunos críticos achacan a la inmigración el aumento de delitos, nosotros opinamos que esta relación no es tan directa como a primera vista pudiera parecer. Creemos, además, que constituye un planteamiento que, por su simpleza, por su arbitrariedad y por la alarma que genera, puede tener efectos negativos para el desarrollo y para nuestra convivencia en sociedad. Medir la cantidad y la gravedad de los delitos es una tarea mucho más compleja de lo que algunos periodistas pretenden hacernos creer.
Extender estos mitos -que tan fácilmente arraigan y se extienden-, puede acarrear unas consecuencias destructivas para las personas que inmigran y para la sociedad que las recibe. Los estereotipos que buscan criminalizar a las personas inmigrantes, alimentados por debates de los políticos y por comentarios de los periodistas, constituyen un importante factor de distorsión en nuestras percepciones y en nuestros comportamientos ciudadanos. No podemos olvidar que el progreso, para que sea verdaderamente humano, ha de ser equilibrado y, sobre todo, equitativo: no puede generar unas desigualdades que provoquen un creciente e incontrolable malestar social y que genere, incluso, una rebelión política.