ANÁLISIS

Que atienda a su vecino

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Evo Morales y Álvaro García Linera han sido elegidos, de manera democrática, presidente y vicepresidente de un país soberano. Por eso, pueden hacer lo que estimen conveniente. Con dos pequeñas salvedades. Una: deben cumplir las leyes y, si no les gustan, deben cambiarlas por los procedimientos previstos en ellas. Dos: han de ser conscientes de las consecuencias económicas que provocan sus decisiones políticas.

En este mundo, nada es inocuo. Si tomas una aspirina, se te va el dolor de cabeza, pero te puede producir un ardor de estómago. Evo Morales puede nacionalizar los medios de producción y/o expropiar los intereses de las empresas multinacionales que actúan en su país. (Ha dicho que eso es una condición necesaria para salir de la miseria; pero, al parecer, no ha estudiado en profundidad la situación de sus amigos cubanos, ni recuerda el pasado de la Unión Soviética y sus satélites ). Lo que no puede hacer es tomar activos sin pagarlos; y, si lo hace por la fuerza, no puede esperar que el mundo respete su actuación y le ayude en el futuro.

Zapatero se ha equivocado de lleno. Cuando empezaron las hostilidades con el caso de Repsol, decidió darle bajonazo al tema y aplicarle su receta habitual, compuesta por grandes dosis de talante. Pero la sonrisa no es suficiente para parar la demagogia. El Gobierno español tiene la obligación de defender los intereses de las empresas españolas; y eso requiere voluntad y disposición al diálogo, sí, pero también firmeza ante el atropello.

Tras las sonrisas, llegan ahora la apropiación indebida y la amenaza de una intervención. Alguien debería explicarle a Evo Morales hacia dónde le conduce esa actitud. Toledo, el presidente de Perú, dijo la pasada semana que el populismo es fiesta por un día y funeral por años. Ya que no le escucha a Zapatero, que atienda a su vecino.