Sociedad

Relajarse y aprender

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El tratamiento del bruxismo no es sencillo. «Siendo realistas, hemos de reconocer que estará dirigido a minimizar los efectos de esta parafunción, más que a eliminarla», explica la doctora Carmen Leal. La primera medida es realizar un «tallado selectivo» de ciertas piezas dentales con el fin de «eliminar los contactos anómalos que impiden a la mandíbula desplazarse adecuadamente», explica la especialista.

«Cuando el bruxismo se detecta en fases muy avanzadas, con coronas dentales casi inexistentes -indica la médica-odontóloga-, hemos de desvitalizar los dientes para eliminar la sensibilidad e introducir en las raíces unos pernos o tornillos que nos permitirán reconstruir sobre ellos un pequeño pilar al que finalmente se le pondrá una funda o corona».

Cuando el problema se detecta en una fase inicial, el tratamiento más habitual es el uso de una férula o placa de descarga o relajación: se trata de un aparato de plástico transparente en forma de arco que se adapta a la anatomía dental del paciente e impide el roce directo entre los dientes superiores e inferiores y lleva la mandíbula a una posición adecuada en la que se relajan los músculos. Normalmente se utiliza sólo de noche. «Con ella lograremos disminuir la tensión muscular y su acción lesiva sobre la articulación, así como trasladar el desgaste de la superficie dentaria a la de la férula, que es mucho más fácil de sustituir: cuando se perfora se hace una nueva». La férula es recomendable también para bruxómanos a los que se les han reconstruido los dientes dañados, ya que con su hábito estropean las coronas de porcelana.

El dentista puede enseñar al paciente a descansar los dientes, la lengua y los labios de forma adecuada para que no le resulte incómodo mantener los dientes separados y la boca cerrada.

Contra el dolor se pueden utilizar técnicas de relajación y masajes, aplicar frío o calor en las mandíbulas y evitar los alimentos duros.

Una solución original es el uso de un obturador nasal combinado con una terapia de modificación de conducta. Esta propuesta de los doctores Ilzarbe y Ripoll de Valencia está basada en una evidencia: las personas que respiran por la boca padecen otros problemas -sequedad en la boca y la faringe, síndrome de cara larga, alteraciones dentales...-, pero no bruxismo, porque no hay contacto entre ambas mandíbulas.

Así, el uso durante cortos periodos de tiempo, incluido el de irse a dormir, de un dispositivo que impide la respiración nasal puede ayudar al paciente a modificar su conducta bruxópata y aprender a mantener la boca cerrada pero con la mandíbula relajada.