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El fantasma de la abstención

Berlusconi, volcado en una gran campaña mediática, promete no mantener relaciones sexuales hasta las elecciones del 9 de abril

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Silvio Berlusconi ya lo ha prometido todo, así que acaba de empeñar lo último que le quedaba: en busca del voto, ha hecho uno, pero de castidad, hasta el 9 de abril, fecha de las elecciones generales. Quizá esto explique por qué al final no las ha retrasado, pero indica que lo ve muy negro si es que está dispuesto a sacrificar su famosa capacidad de seducción. Debe de ser duro para quien se jactó de haber empleado sus «dotes de playboy» con la primera ministra finlandesa con tal de obtener una oficina comunitaria para Italia, pero los sondeos mandan. Y dicen que Il Cavaliere, después de cinco años de gobierno y la mayoría de sus promesas sin cumplir, está seis puntos por debajo de la oposición.

«Presidente, rezo para que gane usted, le doy mi bendición», le dijo el sábado en Cerdeña don Massimiliano Pusceddu, párroco de San Lucifero di Vallermosa, uno de tantos curas italianos dicharacheros y que aparecen en tertulias de televisión. «Se lo agradezco mucho, intentaré estar a la altura y le prometo desde ahora dos meses y medio de abstinencia sexual absoluta, hasta las elecciones», respondió el magnate. Ni siquiera la vieja democracia cristiana había llegado tan lejos, pero el nivel de la campaña electoral italiana ha caído tan bajo que lo hace posible.

En un intento por recortar su desventaja, Berlusconi ha puesto en marcha una campaña de invasión mediática y hace de todo: desde el 9 de enero lleva una media de una aparición diaria en programas de televisión, desde los deportivos a los de marujeo de las mañanas. A veces encadena varios en un día y luego aparece hasta en la emisora de información de tráfico de los camioneros. «Yo odio salir en televisión», dijo en uno de ellos, otra prueba de mortificación. Y, por si había dudas de su sinceridad, argumentó: «Por definición, un presidente del Gobierno no puede mentir».

Para valorar en su justa medida la que será su promesa más difícil y su campaña electoral más larga, hay que pensar en el dineral que se ha dejado en cirugía estética y trasplantes capilares. Aunque sea raro que un primer ministro desaparezca para someterse a intervenciones tan personales, el esfuerzo se nota: hoy, con 69 años, parece al menos una legislatura más joven. Gane o pierda, seguramente nadie celebrará la noche electoral como Berlusconi.