Editorial

El turismo, más que una industria

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La celebración en Madrid de la Feria Internacional de Turismo (Fitur) permite cada año reflexionar sobre el presente y el futuro del sector en la provincia. Hace un año en estas mismas páginas se llamaba la atención sobre la necesidad de que la provincia se pusiera manos a la obra para definir su modelo turístico, al tiempo que se alertaba sobre la falta de cohesión, las carencias estructurales de algunos municipios y la incomprensible desidia de ayuntamientos en la promoción de sus valores turísticos. Un año después se puede afirmar que se han logrado avances importantes, grandes pasos que, ante el enorme camino que queda por recorrer, deben considerarse sólo como los necesarios para tomar impulso. Hay un consenso generalizado en que la gran oportunidad del turismo en Cádiz pasa por la diversidad de su oferta y en una apuesta decidida por la calidad frente a la cantidad. La provincia cuenta con suficientes atractivos para diseñar una oferta que, lejos de chauvinismos, es casi imposible encontrar en toda Europa. Puede ofrecer playas paradisíacas, riqueza medioambiental, buen clima y el patrimonio de su cultura, del flamenco, del caballo andaluz, del vino o de su gastronomía. Los deportes acuáticos, el golf, el circuito de velocidad de Jerez, el turismo de salud y celebraciones y festejos tan arraigados como los carnavales, la Semana Santa o las carreras de Sanlúcar componen un tablero de juego en el que la provincia tiene todas las de ganar.

Fitur 2006 también ha puesto de relieve el cambio de postura de algunos ayuntamientos, que comienzan a valorar en su justa medida el valor de la promoción. El Ayuntamiento de Cádiz, por ejemplo, se presentó por primera vez con un stand propio que ha sido protagonista en el pabellón de Andalucía por el acierto de su diseño y por la habilidad de la alcaldesa Teófila Martínez para rentabilizar tres días de trabajo. La foto con los Reyes de España o con la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, en la réplica del segundo puente, acapararon la atención de muchos medios. Algunos pensarán que poco tiene que ver esto con el turismo, pero es interesante reflexionar sobre un cambio de actitud en su política turística, hasta ahora ineficaz y olvidada.

Los símbolos, sobre todo en el mundo de la política, son importantes y el hecho de que el presidente de la Diputación Provincial, Francisco González Cabaña, se viese arropado en el Día de la Provincia por alcaldes de signos tan diferentes como los de San Fernando, Cádiz, El Puerto de Santa María, Jerez, Alcalá, Rota o Arcos debe significar el comienzo de una nueva forma de entender el turismo. La industria necesita cohesión para fortalecer su oferta y sólo es posible si se dejan a un lado localismos exacerbados e incompatibles con el desarrollo de un sector tan sensible como el turismo. Las diferentes comarcas se necesitan si quieren crecer en este sector y pensar lo contrario es vivir de espaldas a la realidad. Las instituciones y los ayuntamientos tienen la responsabilidad de favorecer esta unión y la puesta en marcha de actuaciones conjuntas, sin que ello suponga una merma de la diversidad de la provincia, esencial al mismo tiempo para construir un modelo. Lo contrario sería perseverar en el error y cercenar el desarrollo de una industria que desde hace ya tiempo es el verdadero motor de la economía. El sector turístico se enfrenta así a retos de gran trascendencia: la calidad, la diversidad de la oferta, la comercialización y la cohesión como destino. Estos cuatro objetivos deben sustentar el crecimiento turístico y marcar las pautas de un modelo que hoy se dibuja en las mentes de los profesionales pero que tiene que plasmarse en proyectos concretos y reales.

La calidad se debe lograr tanto en el desarrollo urbanístico de los municipios como en el servicio. Cádiz puede ser ejemplo de desarrollo sostenible porque su litoral -al menos por el momento- se salvó de la voracidad de los años 60 y 70. Esa suerte no se puede echar por la borda, aunque ello exija ralentizar la caja registradora del urbanismo de muchos ayuntamientos. Y respecto al servicio, es preciso tomarse en serio la formación y preparación de los empleados del sector, un talón de Aquiles que puede llevar al traste el esfuerzo y la inversión que se está realizando para construir una oferta de alto nivel. Y en este sentido la hostelería debe reflexionar y darse cuenta de que su papel clave para lograr algún día una calidad integral. Hoy la nota general de este subsector no llegaría al aprobado.

La diversidad de la oferta, la cohesión y la comercialización se complementan en el diseño de este nuevo modelo turístico. Los empresarios hoteleros llevan la iniciativa en este sentido a través de alianzas y proyectos conjuntos con el objetivo de atraer a visitantes y fortalecer su posición frente a el insaciable empeño de los grandes touroperadores de bajar precios. La calidad frente a la cantidad sólo es posible con un sector equilibrado y consistente desde su base y cuya viabilidad no dependa en exceso de vaivenes empresariales o de temporada. Se requiere que este trabajo iniciado por los hoteleros tenga el necesario respaldo institucional, tanto para impulsar como para vigilar, en los casos que sean necesarios, su compatibilidad con el desarrollo sostenible.

Las reglas del juego son obligatorias para todos y por ello ningún municipio ni mucho menos ninguna empresa puede ir por libre. El control en materia urbanística debe ser prioritario para sentar las bases del futuro de una industria turística cada vez más exigente y competitiva. La mejora de las comunicaciones por carretera y de las conexiones ferroviarias, así como las inversiones en el aeropuerto de Jerez y en nuevas líneas marítimas deben complementar esta apuesta por un modelo de turismo capaz de transformar la provincia, generar riqueza y, sobre todo, combatir la lacra del desempleo.