Sociedad

El 'nubarrón' de los asesinatos de 1998

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«Las nubes de un día no pueden oscurecer un cielo de 500 años», dijo con tono plúmbeo el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado de la Santa Sede, el 6 de mayo de 1998, jornada del juramento anual de la Guardia Suiza. Dos días antes se había producido uno de los mayores escándalos de la historia reciente del Vaticano: aparecieron muertos a tiros el nuevo comandante del cuerpo, Alois Estermann, de 44 años, su mujer venezolana, Gladys Meza, de 49, y el vicecaporal Cedric Tornay, de 23. Era la primera vez que corría sangre dentro de los muros vaticanos desde el asesinato del ministro pontificio Pellegrino Rossi en 1848.

La Santa Sede, como estado soberano, cerró filas, con Joaquín Navarro Valls como detective aficionado en el lugar del crimen antes de la llegada del forense. Todo se resolvió de puertas para adentro y un juez vaticano archivó el caso en nueve meses como un doble asesinato del joven, que luego se habría suicidado, contrariado por no obtener un ascenso. Tornay era, según el Vaticano, un soldado indisciplinado, de trato difícil y que fumaba porros. Habría actuado en un arrebato de locura.

Dudas

Sin embargo, esta versión ha sido discutida en muchas ocasiones y la familia de Tornay, que acusa a la Santa Sede de manipular las pruebas, siempre ha exigido una investigación independiente. Del sensacionalismo a los libros de investigación más rigurosos, las hipótesis han hablado, cuando menos, de una historia de infidelidad de la mujer de Estermann con el recluta. Pero también de un turbulento romance homosexual entre los dos guardias en medio de una rígida disciplina militar teutónica, un material demasiado bueno como para no disparar los rumores más escabrosos. Se llegó a decir que Estermann había sido espía de los servicios secretos de Alemania del Este.

El actual comandante Elmar Theodor Mäder, que fue nombrado vice-comandante al día siguiente del crimen, llegó con la misión de hacer una limpieza en el cuerpo y devolverle el prestigio. «Ya no queda nadie de los que estaban entonces, salvo algún oficial, y hemos creado una buena atmósfera. Antes había una relación jerárquica muy fuerte, yo tuteo a todos, mientras que Estermann no lo hacía ni con los oficiales», ha explicado Mäder en una entrevista.