Cádiz C.F.

Derrota dulce, derrota amarga

El Cádiz hace un gran partido en el Bernabéu pero se viene de vacío Beckham y Roberto Carlos, de falta directa, remontan el gol de Medina

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Una derrota dulce, una derrota amarga, pero una derrota. Sensaciones contradictorias que deben trocarse por el orgullo de tener un equipo con tanto ídem, y de que la permanencia, el objetivo mayúsculo de esta temporada, está al alcance mientras se hagan las cosas bien. Ayer, el equipo amarillo bailó a todo un Real Madrid, que es verdad que no atraviesa su mejor época, y lo hizo como mejor sabe hacerlo. Con humildad, lucha y jugando al fútbol, que a veces queda un poquito de lado. Hoy sólo se puede pensar en positivo. Y por muchas razones.

Y es que la derrota llegaría, pero no en la primera mitad, que sería para enmarcar. Los de Espárrago utilizaban todas las armas que puede esgrimir un modesto submarino para dañar al transatlántico merengue. Por ello, se imponía a la presión psicológica de todo un Bernabéu con una valentía ejemplar a la par que sensatez plausible, marcándose unos minutos iniciales en los que reclamaba protagonismo. ¿Aquí estoy yo!, decían los héroes del cadismo.

Y es que, cuando todos temían la avalancha blanca de los primeros minutos, los amarillos comenzaban a mimar la linda pelota y a marear a unos galácticos desorientados. Con esa idea de fútbol fácil que llevan practicando durante la mayor parte de la temporada, el Cádiz obligaba a los merengues a correr demasiado y a seguir el cuero desde lejos. Los números demuestran esa clara superioridad gaditana, que a los cuatro minutos ya había forzado tres córners y una buena ocasión que De Quintana cabeceaba a las nubes.

Ese serio aviso sacaba del aletargamiento a los futbolistas locales, que empezaban a entender las palabras de su entrenador el pasado sábado: para ganar tendrían que correr y fajarse mucho, bajar de la nube. Siempre a través de sus individualidades, pues la creación que parte de Gravesen no merece ni ostentar ese apelativo, empezaba a incrementar esa sensación de peligro que siempre existe cuando el balón pasa por las botas de los genios. La cara y la cruz tenían dos nombres. Robinho ponía la cal con regates desequilibrantes a un Varela al que tiene cogida la medida, y que reculaba en exceso cuando el carioca controlaba la bola. En el lado opuesto, Zinedine Zidane. Antaño mejor futbolista del mundo, sigue estando entre los grandes pero le falta la frescura y la velocidad de sus mejores momentos. Ante el Cádiz perdía balones y daba al traste con el mejor cuarto de hora de su equipo, en el que Robinho obligaba a lucirse a Armando.

Tras estas embestidas sin éxito, el encuentro se exigía unos minutos de tregua. Un respiro para que de nuevo el Cádiz volviera a marcar el ritmo del duelo, esta vez de forma menos clara. No obstante, Nenad y Benjamín se permitían en área merengue el lujo de taconear como si estuvieran en un tablao flamenco, al estilo de una Sara Baras que los animaba desde el palco. Era la antesala de unos últimos minutos frenéticos en los que Robinho levantaba a la grada a Lizondo. La respuesta gaditana sería más contundente, en forma de derechazo de Benjamín que despejaba Casillas.

En la segunda mitad cambiaría mucho el decorado. El Madrid salía de vestuarios mucho más metido en el partido y con la idea de sentenciar por la vía rápida. Pero descuidaba la retaguardia y ahí el Cádiz sería determinante. En una rápida acción, Estoyanoff templaba el balón y Mejía despejaba in extremis cuando Medina ya tenía la caña preparada. Tras el córner, el balón volvía al uruguayo que en una chilena espectacular lo remataba por encima del larguero. Pero al Cacique le quedaban más flechas. En otra galopada de Lolo, la cedía a Medina que la pifiaba en primera instancia pero, tras recuperar Nenad, goleaba a puerta vacía. Tercera diana seguida.

Se acaba el sueño

El Madrid no estaba preparado para este varapalo. Que un recién subido se le subiera a las barbas, con todas las de la ley, no entraba en sus planes. Por eso tardaba tanto en reaccionar y el Cádiz le ponía contra las cuerdas. No existía esa sensación de que los galácticos podieran remontar en cualquier momento, todo lo contrario. Hasta los visitantes podrían haber sentenciado, pero el disparo de De Quintana pegaba fuera de la red y la ilusión sólo era óptica.

El Real Madrid carecía de imaginación, control, templanza, fuerza,... Pero le quedaba el último recurso, ese que pocas veces le falla. Una falta cerquita del área marcaría el antes y el después del encuentro. Armando armaba una muralla delante de su puerta pero esta vez no era de piedra sino de plastilina, pues se abría ante el obus tierra-aire de Roberto Carlos. De Quintana se apartaba erróneamente, dejaba un hueco por el que sólo cabría un balón. Y por ahí entró. Un mazazo al que el Cádiz ni siquiera podría responder pues consecutivamente llegaba el segundo, también de falta directa. Roberto Carlos engañaba y era entonces Beckham el que disparaba a la escuadra, donde sólo hay telarañas pues no llegan ni las manos de Armando.

Soñar ya era casi imposible y finalemente Robinho se encargaba de hacer bueno el dicho de el resultado nos da igual. Una derrota dulce, una derrota amarga, pero una derrota. Ahora, a bajar de la galaxia y volver a la tierra, donde esperan los rivales de siempre.