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Los vecinos se debaten entre la indignación y la tristeza por el trágico suceso

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Sendas manchas de sangre que ni la tenue lluvia de estos días ha podido limpiar aún del todo y el rastreo en pleno campo de los agentes de paisano de la Policía Judicial recuerdan en la carretera de acceso a la localidad de Alcalá la tragedia vivida el pasado martes.

Ya en el pueblo, las caras de sus habitantes son todo un poema. La tristeza y el dolor por la pérdida de un familiar, un amigo o una conocida se entremezclan a partes iguales en las empinadas calles con la indignación y desconfianza ante los periodistas que les sondean sin cesar en busca de algunas respuestas.

Las muertes de Catalina Cabeza y Miguel Sánchez en la tarde del pasado martes sigue muy presente horas antes de que se despidan para siempre sus restos mortales con algunos minutos de diferencia en el camposanto de la población alcalaína. Son muchas las preguntas y pocas las respuestas que encuentran quienes atienden no con demasiada condescendencia a los medios de comunicación allí congregados. Las banderas a media asta en el primer y segundo día del luto de un total de tres jornadas dictaminadas por el alcalde, o la pesadumbre en el ambiente y el silencio en sus calles, son notas que dejan entrever qué nadie podrá olvidar en mucho tiempo las muertes de Miguel y Catalina.