ANDALUCÍA

Una banda de delincuentes roba en un chalé tras apalear brutalmente al hijo del dueño

El joven abrió la puerta de la terraza para acallar a los perros y cogió 'in fraganti' a uno de los ladrones, que le dejó inconsciente de un golpe

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El joven de 31 años J. C. P, hijo del dueño de dos conocidos restaurantes del barrio sevillano de Heliópolis, ha sido protagonista de una auténtica secuencia de cine negro cuando el 6 de enero unos ladrones con acento de la Europa del Este asaltaron el domicilio de sus padres, golpeándole y encañonándole, llevándose finalmente unos 24.000 euros. La víctima fue ingresada en un centro hospitalario con lesiones graves en ojos y pómulos.

Los hechos tuvieron lugar sobre las 22.30 horas del día de Reyes Magos, cuando J. C. P. se quedó solo en casa. Se puso el pijama y se disponía a ver la televisión cuando sus dos perros no cesaban de ladrar y decidió abrir la puerta de la terraza para acallar a los canes. En este momento, cogió in fraganti a uno de los ladrones, «un hombre corpulento, de tez clara y pelo rubio, con el que inicié un forcejeo», explicó a este periódico desde su cama en el hospital. «A continuación caí al suelo y el ladrón me golpeó en la cara con un objeto contundente, perdiendo la consciencia».

J. C. P. despertó en el sótano del hogar, que la familia usa como bodega, con cinta americana alrededor de sus tobillos y las muñecas atadas a la espaldas, así como sobre la boca y los ojos. «Tenía dolores en todo el cuerpo, sobre todo en la cara y las costillas, porque debieron meterme en el sótano haciéndome rodar por las escaleras. Entonces escuché al menos a dos personas hablar en un idioma que parecía de la Europa del Este -recordó el joven- y una de ellos me apuntaba a la cabeza con lo que parecía una pistola mientras me gritaba una y otra vez dinero, dinero».

J. C. P. mantuvo la sangre fría y para evitar que siguieran pegándole simuló seguir inconsciente. Los ladrones, tras conseguir un botín de dinero en metálico cercano a los 24.000 euros -según fuentes policiales-, abandonaron la casa. No sin dificultad, J. C. P. logró desatarse y llegar a la casa de un vecino, «que -dice- en principio no quiso abrirme porque estaba tan desfigurado por los golpes que no me reconocieron».