Editorial

La visión de Bush

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El presidente Bush confirmó ayer, cuantificándola en las dos brigadas citadas ya antes, lo que será la primera retirada de tropas norteamericanas en Irak por debajo de su nivel ordinario. Es, pues, una ratificación con un calendario claro acompañada de precisiones sobre el monto de soldados en Afganistán, que pasarán de 19.000 a 17.500 y de que todo será al hilo de los progresos del Ejército y la Policía iraquíes y de los informes de los comandantes sobre el terreno, no de calendarios inspirados por los políticos en Washington.

El mensaje había suscitado una expectación considerable porque seguía a una mañana completa en el Pentágono dedicada a reuniones con los responsables políticos y militares más el embajador en Bagdad, el muy influyente Zalmay Jalilzad. Al término de la sesión, el presidente pronunció lo que ha sido percibido como el último de media docena de importantes discursos sobre Irak al hilo de las elecciones citadas.

Bush tuvo mala suerte porque su comunicación coincidió con la vuelta de la violencia en alto grado: más de cincuenta muertos, entre ellos 32 en un solo atentado terrorista en Muqdadiyah. Una confirmación de que, como era previsible, la meritoria y concurrida elección de un parlamento democrático y la formación de un nuevo gobierno de amplia base, ahora en negociación, no significarían el fin de la violencia.

La confirmación de la retirada y el anuncio de que podrá haber otras en el futuro fue la novedad de un mensaje que, en términos estructurales, supone la ratificación de la tesis de mantener el rumbo, el esfuerzo en marcha tras insertar conceptualmente la intervención en Irak en la lucha global contra el terrorismo. Es decir, sostener el criterio central que suscita en casa la polémica: la oposición cree que Irak sólo ha creado un vivero inagotable de terroristas y distraído medios necesarios en Afganistán.

En este último país los Estados Unidos tienen la activa cooperación de la OTAN que, además, planea aumentar su papel y sus efectivos. Pero en Irak todo sigue dependiendo de la capacidad local para hacerse cargo de la seguridad y el orden público. Una ardua tarea que requerirá mucho tiempo y sugiere de hecho que pasará mucho tiempo antes de que una evacuación generalizada pueda ser siquiera considerada.