Cultura

Nada, pero nada, de esto fue un error

El 2005 dejó tras de sí una buena cosecha musical y una conclusión: el éxito es cada vez menos previsible

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El año que acaba de concluir ha demostrado lo que afirmaban los análisis más inteligentes: hay crisis en la industria, no en la música. Las multinacionales ya no son las únicas que deciden lo que debe consumir el gran público, ya que por las grietas de internet y de las independientes se cuelan artistas con la alforjas repletas de buenas canciones. Ocurre, además, un fenómeno cada vez más evidente. Si antes el pop era cosa de adolescentes, ahora son legión los mayores de treinta años que acuden a los conciertos y siguen con interés las novedades discográficas, lo cual ha favorecido que viejas glorias arrastren muchedumbres, y no muera ningún estilo musical: hasta el tecno de los 80 ha regresado gracias a Depeche Mode, cuyo disco Playing the angel suscitó una inusitada expectación.

Durante 2005 se mostró especialmente activo el pop británico, que ha recuperado un papel protagonista. Una generación de nuevas bandas han confirmado que había hambre de rock lúdico y saltarín. El cuarteto que se ha puesto a la cabeza del movimiento ha sido Franz Ferdinand, que, con su segundo álbum, You could have it so much better, colmaron las esperanzas. Bloc Party, Editors, Mäximo Park, Kaiser Chiefs y los novísimos Arctic Monkeys comparten las misma inquietudes festivas.

Pero no todo es algarabía en las Islas. Coldplay y su rock remozado de lirismo ya se ha establecido definitivamente en el olimpo de las grandes estrellas con su disco X&Y, mientras que el trío Keane -el grupo sin guitarra-, James Blunt -capitán del Ejército metido a trovador- y Magic Numbers -gorditos y hippies- han sido tres recién llegados que también ofrecen, con gran éxito, notables dosis de sensibilidad. Y, en medio, Gorillaz cuaja como algo más que un chiste de dibujos animados; Robbie Williams no tuvo buenas críticas con Intensive care, pero él sabe cómo atraer la atención pase lo que pase.

Mientras, al otro lado del océano siguen empeñados en exportar un soul para enseñar ombligo que cada vez convence menos, aunque la fórmula hip-hop-funk de Black Eyed Peas también dio bastante que hablar. Al igual que Shakira con dos versiones de Fijación oral. Pero de allí llegaron algunas de las propuestas mayúsculas, como fueron los discos de Anthony & The Johnsons, The White Stripes, Devendra Banhart, Arcade Fire, Nada Surf, Beck... Demuestran que todavía hay mucho que decir en un mundo donde todo parecía inventado.

Por su parte, Adam Green, Rufus Wainwright y Richard Hawley han conseguido que el 2005 tenga también sabor a crooner. Ellos han puesto al día el legado de Scott Walker -y ojo a un muchacho francés llamado Raphael que desembarcará aquí el año que viene-, mientras que Jamie Cullum y Michael Bublé, con mayor éxito comercial pero menos originalidad, remiten a los años 40 y 50. La electrónica se vuelve cada vez más orgánica: Moby se pasó al pop -y nos trajo un concierto memorable-, The Chemical Brothers coqueteó con el rock, y la chica de Goldfrapp enseñó piernas. Del chill out pocos se acuerdan.

Saben latín

Entre los ritmos latinos, el reggaeton nos pilló a todos por sorpresa, y Juanes se puso una camisa negra que a todos sedujo. De Uruguay llegó un Oscar que sentimos como propio, el de Jorge Drexler; Calamaro se dio un baño de multitudes antes de pasarse al tango, y el argentino Coti no cometió errores: que dejó de ser un desconocido para convertirse en una celebridad.

En España también han ocurrido cosas. Amaral, con Pájaros en la cabeza, redondeó una magnífica y solidaria temporada; Pereza por fin ocupa el lugar que perseguía; Sabina regresó, después de su depresión, con su soniquete canalla y el éxito de siempre -gatillazo en Gijón incluido-; Manolo García demostró que tampoco le hace falta cambiar; Kiko Veneno recuperó sus mejores versos; Miguel Bosé quiso modernizarse con Velvetina; Sidonie se pasó al castellano; El Canto del Loco y Hombres G arrasaron en el Calderón; Lichis renovó el sonido de La Cabra Mecánica; Bunbury dio la espantada; Melendi confirmó que es una apuesta segura; Estopa, con un álbum a punto de cerrar el año, demostraron que son los reyes de la rumba; Cycle, Los Peces y El Sueño de Morfeo comparten el título de grupo revelación; y Bebe hizo suyo también este año, con Grammy latino incluido.

También el hip-hop hispano goza de buena salud. Violadores del Verso, SFDK, Nash, Falsalarma, Haze... han dejado de pertenecer a un fenómeno minoritario.