var para la justicia

Los mismos que no valoran un penalti hasta que el VAR aporta datos cuestionan fallos judiciales que no siquiera han leído

Manuel Contreras

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Se habla estos días en la calle del VAR como uno de los grandes pasos de la humanidad, comparable acaso al primer teléfono de Edison. El Video Assistant Referee, palabrejas a la que corresponde el acrónimo, parece haber acabado con las arbitrariedades en el mundo del fútbol igual que la penicilina de Alexander Fleming acabó con las infecciones. Pegas la oreja en cualquier bar, con b, y se diría que la humanidad acaba de superar una plaga bíblica, como si se hubiera erradicado las injusticias de la faz de la tierra. Incluso los más puristas han terminado dando su brazo a torcer, admitiendo a regañadientes que la infabilidad del VAR compensa la pérdida de espontaneidad en la consecución de los goles o el castigo del penalti. Ciertamente el apoyo de las imágenes supone un flagrante coitus interruptus que paraliza la explosión de júbilo balompédico, pero la gran mayoría de los aficionados ha asumido este inconveniente como un peaje pertinente en la modernización de este deporte. Las masas de aficionados se aprestan de buena gana a firmar un nuevo contrato social en el que se comprometen a ceder emotividad en beneficio de la justicia. Súbitamente, el fútbol parece haber modificado su naturaleza, mutando de competición impredecible a ciencia exacta, un ámbito regido por leyes que se aplican inexorablemente. Han bastado un puñado de partidos con VAR para que los aficionados incorporen el rigor como un requisito sine qua non en el fútbol: ya nadie juzga si ha sido penalti o no hasta que el VAR no aporta pruebas y dicta sentencia.

Lo llamativo es que la prudencia y el afán por el dato objetivo que los ciudadanos aplican al arbitraje futbolístico no se aplica a la propia Justicia. Los mismos que ahora no se pronuncian sobre si una falta ha sido dentro o fuera del área hasta que el VAR no aporta pruebas irrefutables dictan sentencia sobre causas penales sin tener el más mínimo dato. Desde que el vídeo ha llegado al arbitraje, ni los más entendidos en materia futbolística se atreven a defender la legalidad de un gol hasta que la electrónica delimita con precisión los centímetros entre las piernas de los futbolistas, pero cualquiera sin la más mínima formación jurídica cuestiona airadamente fallos judiciales basados en pruebas y pide sin pudor mayores penas de cárcel para los acusados. Pero no sólo el ciudadano común necesita un VAR de la Justicia que atempere ánimos. En estos días hemos visto como profesionales del sector pedían acaloradamente penalti y expulsión después de que una célebre juez aludiese a algunas vergüenzas del sistema judicial. En lugar de investigar las denuncias -es decir, en lugar de recurrir al videoarbitraje, en términos futbolísticos- se reclama el castigo con ciego entusiasmo preVARivariano. Ya se sabe que el vídeoarbitraje ha molestado a los que están acostumbrados a manejar el cotarro balompédico. Nada nuevo bajo el sol, ni en el fútbol, ni en la Justicia.

Manuel Contreras

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