OPINIÓN
Alea jacta est
El sorteo del COAC es como la Champions, pero con coplas, un acto solemne y tragicómico donde las agrupaciones se juegan su destino entre nervios, risas y chascarrillos
Hay quien dice que el Carnaval de Cádiz empieza cuando se levanta el telón del Falla. Mentira. El Carnaval empieza cuando la mano inocente (este año ya veremos de quien o quienes serán esas manos) saca la primera bola y en la sala se escuchan ... los primeros «¡ay, que nos toca los primeros!» o «¡menos mal, que cantamos de los últimos!». Este próximo sábado será el sorteo para determinar el día y orden que le corresponde a cada agrupación. Normalmente hace cambiar la planificación de ensayos que llevamos los autores y directores para llegar a tiempo. Casi siempre hay que meter más días de ensayos a no ser que te toque de los últimos.
El sorteo del COAC es como la Champions, pero con coplas, un acto solemne y tragicómico donde las agrupaciones se juegan su destino entre nervios, risas y chascarrillos. En el salón del palacio de congresos, los autores miran las bolas al salir como si fuera el Gordo de Navidad, pero sin premio en metálico, porque hay un factor de contexto competitivo el cual cuando compartes sesión con agrupaciones muy potentes, tu posición relativa se vuelve más visible, para bien o para mal, si actúas justo después o justo antes de un peso pesado porque puedes sufrir comparaciones inmediatas que te favorezcan o perjudiquen. Actuar el mismo día que uno de los favoritos normalmente te hace invisible ante la prensa y los medios.
En otro sentido, el sorteo adquiere una carga dramática cuando te toca en los primeros días. A esas alturas, el jurado y la prensa todavía están en fase de calentamiento y el público, entre selfis y reencuentros, no ha pillado el ritmo. Cuando termina tu popurrí, muchos ni se han enterado de qué ibas. Y luego están los que cierran sesión. «cerramos, eso es bueno», dicen algunos con optimismo, sin saber que el jurado lleva ya tres horas escuchando coplas, el público bosteza, y el gallinero está pensando en coger el autobús. El último puede dejar huella, sí, pero a veces solo en los que limpian el teatro. Las cabezas de serie son esas agrupaciones que entran en el sorteo con la tranquilidad del que sabe que algo tiene ganado. Pero ni ellos se libran de un mal turno. El azar no entiende de premios ni de repertorios. Da igual si eres el Bienvenido o una agrupación de barrio, las bolas reparten sin mirar currículums.
En realidad, el sorteo es la primera gran parodia del concurso. Un teatrillo previo donde los nervios, las supersticiones y los abrazos falsos calientan motores. Todos ríen, pero por dentro cada uno va haciendo cuentas: «Si cantamos el martes, no nos ve ni el tato», «si cantamos con ellos, nos hunden», «si cantamos el viernes, nos ve hasta mi suegra», lo mejor es cantar solos. Al final, cuando todo acaba, cada agrupación sale del sorteo como quien lleva un billete premiado o una multa. Y mientras algunos lo celebran, otros ya están ensayando con cara de «nos tocó pronto, pero vamos a liarla igual». El gusanillo que entra cuando dicen el nombre de tu agrupación es inevitable, se parece al que ocasiona cuando oyes aquello de «en la ciudad de Cádiz».
Seguramente muchos llevaran sus amuletos y ritos como cada sorteo para que el destino no les juegue una mala pasada, porque ese día, la suerte afina la guitarra antes que nadie.
Yo este año me quedaré en casa tranquilo, o quizás no.
Ver comentarios