OPINIÓN
Dr. Sánchez y Mr. Estado
Si el cuerpo del presidente se ve fuerte, el cuerpo democrático de España se encuentra exhausto
Pedro Sánchez suele presumir de buena forma física. Sus apariciones en bicicleta, sus paseos en mangas de camisa o incluso las fotos cuidadosamente filtradas desde el gimnasio buscan proyectar la imagen de un presidente vigoroso, resistente, capaz de soportar largas jornadas de trabajo sin despeinarse. ... En lo personal, nada que objetar: mantenerse en forma es saludable y admirable. Sin embargo, la pregunta que deberíamos hacernos no es si Sánchez corre muchos kilómetros, sino cuántos kilómetros de más ha hecho correr a nuestra democracia para mantenerse en el poder.
Porque si el cuerpo del presidente se ve fuerte, el cuerpo democrático de España se encuentra exhausto. Mientras él marca bíceps, las instituciones sufren contracturas. El Gobierno se ha convertido en un laboratorio de resistencia personal, no en un espacio de respeto institucional. Pactos con quienes cuestionan la unidad nacional, reformas legales diseñadas a medida para contentar a socios efímeros y un desprecio creciente hacia la separación de poderes han deteriorado el sistema como lo hace una mala dieta con las arterias.
El contraste es revelador. Sánchez entrena para ganar resistencia, pero la democracia española pierde oxígeno. Un cuerpo humano puede soportar abusos puntuales y recuperarse con descanso; un cuerpo institucional, en cambio, si se somete de manera constante a la presión del oportunismo, acaba con lesiones crónicas. Los jueces, el Parlamento, incluso la Corona, han sido utilizados como meros accesorios en la tabla de ejercicios del presidente.
En el espejo del gimnasio Sánchez se ve joven y enérgico. En el espejo del Estado, en cambio, lo que se refleja es un sistema fatigado, con músculos atrofiados y articulaciones resentidas. El problema es que, cuando un atleta se pasa de ambicioso, la lesión se la causa a sí mismo. Pero cuando un presidente se entrena solo para su supervivencia, el coste lo pagamos todos los españoles.
La salud personal de Sánchez puede ser admirable; la salud democrática de España, bajo su mandato, es preocupante. Y no hay entrenador personal que pueda resolver eso.
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