Te reviento
David de la Encina no es un hombre violento; al contrario, es educado y amable en el trato, pero el pasado miércoles se equivocó gravemente
¡Te reviento la cabeza!». Así, a voz en grito. Y añades: «¡Niñato!». Es que se te llena la boca. «¡Te reviento la cabeza, niñato!». Y una vez más, hasta tres. «¡Te reviento ¿eh?!». Se me ocurren pocas formas de quedarte más a gusto. Lo que sí se me ocurren son dos o tres no tan niñatos a los que les diría lo mismo. Sólo pa' dentro, porque en realidad sería incapaz. Me lo impide la educación que recibí de pequeño. Eso, y que no soy bueno en la lucha cuerpo a cuerpo. Una vez, en mi etapa como periodista deportivo, el padre de un futbolista me endiñó un puñetazo en toda la cara. Se ve que no le gustó la crónica de aquel partido. Ni reaccioné. Mis gafas salieron volando por los aires y yo acabé 'estampao' contra una columna del Ramón de Carranza. El de antes de la reforma, que si usted las recuerda eran enormes. Hormigón armado. Duro de narices. Doy fe. Aún me mareo cuando me acuerdo del viaje que me pegó. Estoy bien, gracias. Un moratón que duró unos días y poco más. Afortunadamente en aquella época apenas había teléfonos móviles. Menos aún redes sociales. Así que el recuerdo permanece únicamente en mi mente y en las de unos cuantos aficionados cadistas que presenciaron en vivo y en directo la 'mascá' que me llevé.
Peor suerte ha tenido David de la Encina, porque las imágenes del Pleno Municipal de El Puerto, que han corrido como la pólvora estos últimos días, quedan ya para la posteridad como uno de los episodios políticos más bochornosos de la democracia. En este caso él no fue el agredido. Ni tampoco el agresor. Al menos no 'de facto', aunque sí de palabra. «¡Te reviento la cabeza, niñato!» le espetó al concejal del PP Javier Bello. Todo se puede ver, y oír, a la perfección en el vídeo. Son hechos irrefutables. A partir de ahí vienen las excusas, los intentos de justificación, que si le provocaron antes a él, que si recibió un codazo. Esos son ya hechos subjetivos. Quedan a interpretación del árbitro, en este caso de los espectadores. Pero en el 'VAR' se ve su actitud agresiva y se oyen sus palabras. Sinceramente estoy convencido que no eran más que eso, palabras. David de la Encina –ex alcalde de la localidad, no se olvide– no es una persona violenta. Al contrario, es un hombre educado y agradable en el trato. Pero el pasado miércoles se equivocó gravemente. No sólo por esa amenaza hasta tres veces repetida, sino por lo que dijo después de que fuera separado por sus compañeros de bancada. «Esto nos viene bien. ¿No crees que esto nos viene bien?». Esas palabras son tan graves o más que la amenaza en sí. Al menos desde un punto de vista político. Porque demuestran que para él todo vale, hasta bajar al barro de forma tan lamentable en un pleno municipal, dejando la imagen de la ciudad que dirigió durante cuatro años por los suelos. Seguro que él está convencido de que todo tiene una explicación, que esto viene de largo, que está harto de provocaciones... da igual. No hay justificación posible. Una imagen vale más que mil palabras. Más aún en política. Y la imagen no deja lugar a la duda. A ello súmele el episodio del mail que envió hace unos años a su jefe en la Fundación Andalucia Emprende –un ente de la Junta creado en la etapa Chaves-Griñán-Susana Díaz–. Un escrito en el que le pedía permiso para no ir a trabajar y poder dedicarse a la campaña electoral ¡pero seguir cobrando su sueldo! Finalmente salió indemne, pero el juez dejó claro que durante 40 días no apareció por la oficina y sí recibió su salario, más de 6.000 euros en total. Son demasiados episodios. El propio De la Encina debería ser quien diera el paso y retirarse de la función pública. Para aportar al menos un granito de arena en la dignificación de la política. Para enmendar en parte el daño infringido a la imagen de El Puerto de Santa María. Para no dañar más su propia imagen. Y para vivir, en fin, más tranquilo.
