SIN ACRITUD

Parias de la sociedad

Los dos jóvenes atracadores de Sanlúcar infringieron la ley y deben ser castigados, pero en realidad son dos víctimas de nuestra sociedad

Ignacio Moreno Bustamante

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La primera reacción de cualquiera al ver el vídeo es de sorpresa. Dos ladrones vestidos con monos azules, cubiertos con cascos de moto y dos bolsas de deporte cargadas de joyas recién robadas. El grupo de viandantes y comerciantes sanluqueños que los intercepta y los reduce a base de golpes y empujones. Se ha hecho justicia, pensamos. Esto sí que es justicia social. La sociedad comprometida en la lucha contra el crimen. Gentes de bien que arriesgan su propia integridad física para ayudar a los demás. Sin embargo, ya al final del vídeo –sabe usted al que me refiero porque se ha hecho viral esta semana y le ha llegado por Whatsapp– la sorpresa inicial va dejando paso a cierta pena. Los dos ladrones, ya en el suelo, sangrando e inmovilizados piden por favor que dejen de agredirles. Les desproveen de sus cascos y son dos jóvenes. Casi adolescentes. Quizá esperábamos dos fornidos hombretones de algún país de Europa del Este. O de más al sur. O de alguna etnia habitualmente discriminada socialmente. Algo que se ajuste más al cliché que todos tenemos en la cabeza de lo que puede ser una banda de atracadores organizados. Pero no es así. Son prácticamente dos niños. Aún así se sigue imponiendo el sentimiento justiciero. Con sus huesos a la cárcel. Es lo que merecen. Y sin duda es así. Han atracado una joyería, han amenazado con una pistola y han agredido con gas pimienta a la dependienta, que para más inri estaba embarazada. Han traspasado la línea de la ley y deben pagar por ello. No cabe duda. Ojalá este tiempo entre rejas les sirva como reflexión y de verdad cuando salgan de prisión puedan reintegrarse en la sociedad. Pero muy probablemente no será así.

Estos dos jóvenes son sevillanos y viven en el distrito de Sevilla Este. A posteriori, y gracias a este planeta globalizado y la manía de todo el mundo de dejar rastro en forma de fotos y vídeos en redes sociales, hemos sabido prácticamente todo sobre su vida. Hay un vídeo en Youtube que se ajusta a la perfección a la máxima de que una imagen vale más que mil palabras. Es un vídeo en el que, meses antes de dar el palo, los dos ladrones cuentan su vida. Sus sueños de ser cantantes. Un vídeo prácticamente casero grabado en el patio de su bloque de pisos, con sus amigos, que debería hacernos reflexionar sobre muchas cosas. En las imágenes se ve a una pandilla de niños, alguno más talludito hay también, sin hacer absolutamente nada más que tomar cervezas y cubatas, fumar hachís y mostrar orgullosos sus ropas de marca, sus cadenas de oro, sus tatuajes. Parias de la sociedad que ni estudian ni trabajan y que simplemente ven la vida pasar mientras organizan un atraco o un tirón de un bolso a una señora mayor. Es la versión sevillana de los jóvenes de Barbate, Sanlúcar o La Línea, que esperan a que les avisen para un transporte de droga. O quizá aún más patético, porque el que se mete en el mundo del narcotráfico sueña con hacerse rico. El que atraca una joyería para llevarse lo que le dé tiempo a meter en una mochila en un minuto simplemente trata de sobrevivir día a día.

Estos jóvenes son delincuentes, no cabe duda. Una vez que han traspasado esa frontera de la ley no queda otra que aplicársela con toda su dureza. Pero deberíamos reflexionar sobre qué podemos, sobre qué debemos, hacer como sociedad para que no se vean abocados a ello. Nacer en un barrio como Sevilla Este o tantos similares en España, es estar prácticamente condenado a acabar mal antes o después. Los hay que no. Los hay que logran salir de allí a base de mucho esfuerzo y de enfrentarse incluso a los suyos. Pero la inmensa mayoría están sentenciados. Están abandonados porque no existen programas reales de integración, de educación. Porque los dirigentes de este país están en su grotesco día a día. En sus peleas de poder. Fuera de la realidad. En España hace demasiado tiempo que sólo se habla de los problemas de los políticos y no de los de los ciudadanos. El podemismo llegó diciendo que venía para cambiar eso y sólo lo cambiaron para ellos mismos. A Darío Jr y Litto Chainz –así se hacen llamar los dos jóvenes atracadores– nadie los va a indultar. Ni a amnistiar. Cumplirán su pena de cárcel. Ojalá cuando lo hagan vayan directos a Sanlúcar a pedir perdón a la empleada de la joyería a la que dieron un susto de muerte. Y después, ojalá se esfuercen por cambiar de vida, que no será fácil, y lo logren. Si es triunfando en el mundo de la música, mucho mejor. Y si no, con un trabajo digno. Y dejen de ser dos parias de esta sociedad en la que nadie se preocupa por ellos ni por la gente como ellos.

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