OPINIÓN

Lo raro es dormir

Ese nervio, ese latir de pecho del que te hablaba, te impide, evidentemente, ser dueño, no solo de lo que duermes, sino por ende de lo que sueñas

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Hace un tiempo que me cuesta ir a la cama antes de que la madrugada entre y las horas empiecen a importar poco. El sueño, de tanto que se ha escrito de él, para mí es una cosa ya casi indescifrable. Hay días que uno se despierta sin darse cuenta y ni se entera y otros que abre los ojos se incorpora, observa el vacío, y casi parece un milagro. Lo que resulta del dormir, el proceso, del mientras tanto, es la incógnita. Da igual la época del año. Todo el verano chorreando de sudor recién levantado de la cama. Todo el invierno como una oruga y el despertador sonando y yo escondido porque sé que a estas alturas ya adulto no hay razón para que alguien se compadezca. En cuanto al mismo sueño, hace años que no sueño. Sé que de niño era capaz de cerrar los ojos y crearme inconsciente la historieta en duermevela, como si fuera una obra de teatro donde yo era el director de escena.

No sabría decirte cuando empezó el declive. Cuando empecé a currar ya ni me acordaba. Hay un tipo de cansancio que hace que caigas como un saco de patatas al colchón y por la mañana recobres la conciencia como el que recupera el aire. Siempre dormí boca abajo, como queriendo que se me tragara la tierra. De vez en cuando aparece algún artículo, algún test de esos en redes, en el que según tu postura al acostarte se deduce la personalidad tuya o un concreto estado de ánimo. Una suerte de horóscopo, pero del tumbarse. Un diagnóstico hipotético en base al dolor de espalda. Según lo último que leí, lo de estar boca abajo significa que me gusta hablar mucho. Como si para eso hiciera falta verme echar una siesta. Dormir es un mundo. Hay quien fuma y, claro, ronca. También los hay que no fuman, pero roncan igualmente. Cuando duermes con alguien al lado es sencillo quedarse pasmado por cómo se mueve el cuerpo del otro y, ensimismado, a lo mejor ya no concilias el tuyo ni a tiros. En pareja los enamorados se abrazan y se les quedan los brazos atrapados y luego al despertar ni los sienten. Ese es el precio real del amor en la rutina, supongo. Por otro lado, hay quienes duermen en camas separadas y no por ello, supongo, debe significar que no se quieran.

Dormir es la forma más frágil de estar en el mundo y lo hacemos cada día. Te pones un pijama, te recuestas y, acto seguido, quedas absoluto a la intemperie, tanto física como espiritualmente. Mi amigo Cristóbal, quizás el mejor poeta que conozco, llamó a su libro «Nadie nos cuida en el sueño» y cada vez pienso que tiene más razón. Es lógico, de hecho, que los niños no quieran, en principio, dormir solos. Igual de lógico que cuando la ansiedad te aprieta, quien lo probó lo sabe, lo más crudo sea cuadrar el cuerpo en la almohada y respirar de seguido. Según las estadísticas de la Sociedad Española del Sueño, el 58% de los españoles duerme mal y hasta un 30% no descansa nada. Pienso en tantas noches trasnochadas, solo en mi cuarto, caminando por el pasillo, y me calma saber que no estoy solo. Cantaba Patri Lázaro: «Qué dirán de nosotros los hombres felices que duermen por la noche» y en la misma canción se responde: «Estarán en mis mañanas tristes haciendo deporte». Si uno pasea por la calle no hay forma más evidente de percibir al personal que mirándole las ojeras. Porque a menudo dormir parece una elección y no lo es.

El cuerpo no manda en el descanso. Ese nervio, ese latir de pecho del que te hablaba, te impide, evidentemente, ser dueño, no solo de lo que duermes, sino por ende de lo que sueñas. En una segunda acepción, es fácil unir ese insomnio con la incapacidad misma de imaginar sin miedo. Solo o acompañado, ese momento de pausa, de fragilidad en el inevitable punto ciego de la rutina, se corresponde casi siempre con cierta paz que es más valiosa de lo que normalmente imaginamos. Hay pesadillas que tumban las ocho horas recomendadas y te condenan a mirar el techo toda la noche. «Temblarían de miedo si vieran el tigre debajo de mi cama», también lo dice la canción. Te diría que a lo mejor solo es el café pasadas las seis de la tarde, pero no parece un argumento definitivo para los que estamos juntos en esto. No te preocupes. Pasa. No estás solo. Me atrevería a decir: lo raro es dormir.

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