Opinión

Agosto pinturita

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Odio agosto con todas mis fuerzas. Siempre he pensado que es un mes que se toma las cosas demasiado en serio. Si hace calor, arde, si llueve lo hace a cántaros solo un rato y luego se cansa. He conocido demasiadas personas así como para no denunciar lo tóxico del asunto. Han pasado un par de semanas de eso de votar y la democracia en juego y tal y encima toca agosto. Es difícil no estar exhausto. La mitad de la gente está de vacaciones y me dirás «qué bien eso es bonito», pero yo los compadezco.

La mayoría de las veces, si no son lo suficientemente extensas en el tiempo, a menudo el vacacionante se ve absolutamente acorralado por un segundo trabajo que es el vacacionar y el gozar, encima en agosto, y el imperativo se establece y yo, cuando los veo a mis amigos volver de las vacaciones, pareciera que les han metido una paliza porque igual han tenido que ejercer el rol del turista sin ser guiri, el de consumidor sin tener un duro o el de gente con un deseo extremo por gozar, gozar y gozar, cuando todos sabemos que lo que necesitaban, antes de nada, era una siesta de 178 horas y volver a poner el reloj a punto.

No, lo de agosto es una trampa. Desde hace años, como esto de escribir te lleva inmisericorde a trabajar siempre y trabajar nunca, he intentado organizarme de tal forma que agosto solo suponga pasar el trago y estar entretenido, en algo, en lo que sea, hasta que se acabe. Esta vez he decidido pintar la casa. Se va a venir Anita a la casa, vamos a comprar dos latas de pintura y la vamos a pintar. A 40 grados. Vamos a coger un rodillo y nos vamos a poner un peto o las camisetas que costaron cinco pavos y ya están para tirar y, cuando nos decidamos, vamos a pintar. Creerás que es una idea horrible, pero en mi cabeza todavía tiene sentido. Pintar la casa es una cosa que no se piensa muy bien antes de ponerse, porque si no uno no se pondría nunca. He decidido ponerle colores, algunos colores nuevos, así como divertidos, que tú puedas ir mirando las paradas como un fresco con frescura y decir: «mira esto podría estar mejor, pero era y sigue siendo una buena idea«. Es necesario, yo creo, que la vida se mire así, valorando la intención y no el resultado porque, como bien sabes, la gente hace en el fondo lo que puede. Lo intenta y le sale lo que resulta y el resultado, como las vacaciones de mis colegas, como mi pintura, son más bien un intento desesperado de otra cosa. A saber: pensarse como trabajadores de pleno derecho que vacacionan contando las horas a pesar de que en sus curros no se las cuente nadie o, en mi caso, que se puede cambiar de vida a través de algo tan insignificante pero decisivo como el color que te encuentras en la pared frente a los ojos cada día cuando te despiertas. Yo sé que todo esto si se hace en agosto, ese pelmazo, hace las cosas más complicadas, pero supongo que se debe a que llegados a este intermedio del año estamos ya algo exhaustos y necesitamos olvidar y es el momento. No sé si es la edad o un síntoma de época. La necesidad de olvidar.

Cuando era chico era incapaz de acordarme bien de las cosas más allá de las que me interesaban orgánicamente. Se me quedaba solo esas que se te quedan en la mollera porque están instaladas, sencillamente, en un cuartucho específico que se llama deseo. Pero cuanto más creo que maduro, no sé a ti, más las cosas se me presentan como apariciones inesperadas y para nada deseadas, simplemente intrusivas y violentas. Necesitas la tentativa, aunque inútil, de esos pequeños intentos que uno hace para de salir del laberinto y tomar aire. He llegado a la conclusión, de hecho, de que por eso, en los momentos del calor extremo en los que la artificialidad se te derrite, se puede apreciar perfectamente que no solo hacemos lo que podemos, sino que además, por si fuera poco, si es cuestión de confesar, sería difícil negar que no estamos escapando casi todo el tiempo de un recuerdo o de un miedo crónico que ya te ha atrapado, ya sea una historia, un curro, un despedida, un amor, un desamor o un duelo al que todavía no queremos mirar a la cara. Encima en agosto.

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